“Mi ojo de escritora está puesto en la oscuridad, no en la luz”: Pilar Quintana 
La escritora colombiana publica ‘Noche negra’, una novela sobre el acecho que sufren las mujeres.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
“Las mujeres vivimos nuestra vida en permanente tensión sabiendo que el acoso y la amenaza pueden sentirse en cualquier lado”, comenta Pilar Quintana (Cali, Colombia, 1972).
Ganadora del Premio Alfaguara 2021 por Los abismos y autora de La perra, otra celebrada novela, la narradora regresa a las mesas de novedades con Noche negra, una historia situada en la selva que rompe con varios mitos, entre ellos el de que la naturaleza es sinónimo de tranquilidad.
Rosa, la protagonista, deja junto con su pareja la ciudad para irse a vivir a las orillas del mar. A partir de que él se marcha unos días, su suerte empieza a cambiar y comienza un acoso que durante la noche se recrudece a niveles de terror.
Inquietante y perturbadora a más no poder, la novela publicada por Alfaguara es más que una obra que cuestiona la violencia de género, es también una apuesta estética que seduce, atrapa y sacude al lector.
Noche negra es una novela que sucede en la selva y que parte de una experiencia personal. ¿Qué pasó ahí?
Viví nueve años en la selva del Pacífico colombiano, es un lugar muy húmedo y hostil. Me fui con quien entonces era mi marido para construir nuestra casa con nuestras propias manos. Hubo un momento donde a él le tuvieron que hacer una cirugía, yo lo acompañé los primeros días, pero luego volví a la casa porque no podíamos dejarla sola. Al principio me sentía muy valiente, pero se convirtió en una experiencia muy intensa y de mucha soledad, estaba con mi perra, mi gata y mis gallinas. De pronto unos vecinos comenzaron a hacer comentarios extraños. Alguien que antes era mi amigo se me insinuaba. En el pueblo había un par de personas a quienes no les gustaban mis ideas ni que hablara con la gente y se empezaron a comportar de manera amenazante. Aquella experiencia no me abandonó hasta que se convirtió en la ficción que hoy es Noche negra.
En ese sentido, es verdad que es una novela muy opresiva que a la vez rompe con el mito de una naturaleza tranquila.
Claro, tenemos el sueño de vivir en una casita tranquila en el bosque, la selva o la playa, porque pensamos que ahí estaremos calmados y desestresados. Yo lo hice y al final tuve todo menos tranquilidad porque estaba en permanente lucha contra los elementos. Para mí fue una experiencia transformadora de ciertas ideas que tomamos por ciertas. La naturaleza es maravillosa y terrible. A su vez los seres humanos, pensamos que somos independientes de la naturaleza, nos sabemos animales, pero no acabamos de asumirlo. Por eso, Rosa, la protagonista, se da cuenta de que para sobrevivir tiene que sacar a su animal más salvaje.
La novela es también sobre el acecho que padecen las mujeres.
Claro, Rosa podría estar en la ciudad y sentirse igual. Las mujeres vivimos nuestra vida en permanente tensión sabiendo que el acoso y la amenaza pueden sentirse en cualquier lado. Las mujeres somos animales de presa, listas para la amenaza en casa, el transporte público o el trabajo. Hace poco hablé con editoras de Londres y Nueva York, y me comentaron que la novela describía muy bien sus experiencias como habitantes de una ciudad.
¿Crees que las cosas han cambiado un poco a partir de movimientos feministas como el #MeToo?
Se han modificado ciertas ideas misóginas que antes considerábamos naturales. Sin embargo, las tasas de feminicidios se mantienen. El lugar más inseguro para una mujer es su propia casa y su principal victimario no es un señor alejado, sino su expareja o pareja. La conversación está sobre la mesa y quizá los más privilegiados hemos cambiado conductas o ideas, pero no sé si esto sucede en la sociedad en general.
Tu novela interpela al hombre de una manera directa, ¿tenías este propósito desde el principio?
No lo había pensado, pero es verdad que algunos hombres me han comentado que se han sentido interpelados. Creo que la novela te permite ver el punto de vista de Rosa, una mujer que viene de la ciudad y ha hecho lo que ha querido, se reveló contra lo establecido, es una profesionista poderosa, pero apenas se va su marido, el resto de los hombres la ve de otra manera. Eso habla de la experiencia de ser mujer.
¿En qué momento empiezas a racionalizar tu experiencia?
Salí de mi casa de la selva porque sufrí la violencia de mi marido, y eso que yo era quien sostenía la casa con una vida de escritora con cierta figuración pública. En cierta forma yo era como Rosa, me abrí paso en un mundo de hombres. Publiqué mi primera novela en 2003 cuando el tema del feminismo no estaba puesto sobre la mesa como ahora y se decía que las novelas de las mujeres eran sencillonas, malas y sentimentales. Desafíe el lugar social que me tocó. Me fui a la selva y me hice escritora en contra de los deseos de mis papás. Hice todo esto y me tocó salir de la casa con mi computadora y cuatro cambios de ropa porque mi marido me iba a matar. Perdí todo y tuve que recomponerme, en ese sentido soy como Rosa. Creo que esta experiencia no es solo mía sino de todas las mujeres.
¿Cómo una persona preparada y que es consciente de todo esto, como tú, entra en una espiral de violencia?
Es efecto del patriarcado. Cuando era chica nadie me dijo que debía tener cuidado con los hombres de mi familia. Hoy, en cambio, criamos a las niñas de manera diferente. Les alertamos donde están las amenazas y las enseñamos a hablar. Antes, cuando sufríamos acoso de adolescentes, las mamás y las tías nos decían que nos calláramos para no incomodar. Nuestro rol era no molestar y asumir que el hombre tenía derecho a ejecutar la violencia. Por eso fue tan ilustrador el movimiento feminista en redes, me enseñó a identificar mis propias conductas misóginas y a identificar las violencias.
¿Cuando hablas de tus conductas misóginas a qué te refieres?
Pertenezco a una generación de mujeres que pensaba que la literatura escrita por mujeres era ligera y sentimental. Más allá de las autoras clásicas no leí mujeres. Ahora dirijo un proyecto que se llama Biblioteca de Escritoras Colombianas porque modifiqué mi conducta misógina. Tradicionalmente lo femenino ha sido asociado con lo débil y ligero, y no con lo fuerte y poderoso, esta es una idea absurda. Nuestras experiencias son valiosas porque somos la mitad de la Humanidad.
¿Te tocó padecer discriminación por ser mujer?
Soy privilegiada. Mi primera novela la mandé por correo a editorial Planeta y la publicó, pero sí he vivido en un mundo patriarcal. Me tocó luchar por un lugar y evitar que me clasificaran. Gran parte de mi producción antes de La perra, exploraba el sexo entonces yo era la escritora hot o erótica. Si un hombre como Pedro Juan Gutiérrez escribe de sexo es alguien respetado, si lo hace una mujer, es débil y ligera. A lo largo de mi carrera he tenido que luchar contra los prejuicios.
¿Qué tipo de violencia padeciste con tu ex marido?
Sufrí violencia emocional diez años y en las últimas semanas sufrí violencia física. Me atacó, me dejó morados en el cuerpo y me ahorcó. Mis amigos del pueblo me decían que me tenía que ir porque él estaba planeando algo. Cuando llegué a la ciudad, una amiga que dirigía una fundación sobre los derechos sexuales y reproductivos de la mujer me sugirió que viera a la psicóloga. Ella me cambió la vida porque me hizo ver que había estado en peligro de feminicidio.
¿De qué manera la novela te acompaña o te ayuda canalizar todo esto?
La literatura me permite entender el mundo. Voy mucho a terapia y creo mucho en ella, pero hay algo que la terapia no logra hacer, como la recreación para poder inventar lo que ya pasó. El magnificó escritor colombiano Luis Miguel Rivas da un taller cuyo título es buenísimo, Voy a inventarme lo que ya pasó. Eso es la literatura: meterme en una experiencia para convertirla en una ficción que me permita ver desde afuera lo que me pasó. Desde luego hay algo de catártico, pero para mí es sobre todo un instrumento para entender lo que me pasó.
A partir de esto, ¿qué tanto piensas en el lector cuando escribes?
Hay que pensar en el lector, pero no tanto. Me interesa retratar el mundo como lo veo, y el mundo en el que estoy es desigual, machista y patriarcal. Reflejar esto ya implica cierto tipo de crítica y denuncia social.
En Noche negra, La perra y Los abismos, propones novelas intensas y sin respiro para el lector, ¿por qué?
Entiendo lo que dices, para narrar la gran experiencia que es ser mujer, se requiere un ejercicio de condensación, quizá sea por eso. Cuando cuentas la vida a partir de los grandes hitos se vuelve intensa, pero el día a día es aburrido. Noche negra es intensa, pero sucede prácticamente en cuatro días en los que una mujer limpia y sobrevive en la selva. La literatura se concentra en los conflictos épicos, hitos y traumas del personaje. Por eso la novela se sostiene en el conflicto y el drama, esto es lo que me permite conocer la condición humana en profundidad. Yo me conozco cuando todo está mal, no bien.
Cierto, pero también hay claroscuros e incluso humor en el conflicto y el drama.
Te entiendo. Noche negra es oscura e intensa, pero hay un humor sutil. La perra tiene menos humor, pero en esta sí lo hay, como también en Los abismos. Lo que pasa es que es un humor doloroso. Quizá en mi vida diaria soy una persona luminosa, sobretodo después de las doce del día, pero mi ojo de escritora está puesto en la oscuridad, no en la luz, es lo que me sale más natural.
Ahora se publica a más mujeres. ¿Qué perspectiva tienes al respecto?
Me preocupa que se vuelva a encasillar a la mujer. No basta la experiencia femenina para hacer buenos libros. No es suficiente haber cargado un bebé en mi barriga para escribir una buena novela. El mercado está habido de literatura hecha por mujeres. Los libros latinoamericanos más interesantes de los últimos años son hechos por mujeres. Me encantan Mariana Enríquez, Fernanda Melchor, Nona Fernández, Samantha Schweblin. Sin embargo, últimamente me siento saturada de que en las nuevas novelas de mujeres los temas sean la maternidad, la violencia y selva. Me pregunto si estas jóvenes y nuevas escritoras trabajan sobre esto porque crecieron con las autoras que ya dije y piensan que esa es la manera o si en verdad sienten que estos son sus temas. A todas ellas me gustaría decirles que son múltiples y pueden escribir lo que se les da la gana.
Tú tienes novelas sobre selva, maternidad y violencia.
Claro, pero cuando lo hice no había tanto. Además, viví en la selva nueve años, entonces de qué otra cosa voy a escribir.







