“La eutanasia es ilegal en México, pero eso no quita que suceda todos los días”: Rodolfo Santa María 
El cineasta estrena el documental ‘El último viaje’, a través del cual nos invita a reflexionar sobre la muerte digna.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
El Dr. Federico Rebolledo dedicó buena parte de su carrera a tratar con pacientes con enfermedades degenerativas y/o terminales. Su forma de entender la medicina se sostenía en una lucha contra el dolor y el derecho de morir con dignidad, “morir es un acto de vida”, decía. Para el cineasta Rodolfo Santa María Troncoso, la figura del tanatólogo era en muchos sentidos, ejemplar.
Motivado por la empatía con el pensamiento del doctor comenzó a filmar un documental que cambió de rumbo cuando el propio médico Rebolledo fue diagnosticado de cáncer terminal. A partir de entonces, la historia que ahora llega a salas bajo el nombre de El último viaje, tomó un rumbo intimista y a la vez reflexivo sobre las implicaciones del buen morir.
¿Cómo llegas a este tema?, ¿por qué reflexionar sobre el buen morir y la eutanasia?
Primero del miedo natural a la muerte. A partir de ahí me interesa reflexionarlo y lo he trabajado con lecturas filosóficas. Cuando tuve hijos mi interés se incrementó y en algún momento conocí al doctor Federico. Todo el tiempo dialogábamos sobre la muerte, sobre cómo prepararse y de la batalla contra el dolor de los pacientes y enfermos terminales. Me llamó la atención su forma ayudar a la gente en condiciones de dolor extremo, así fue como empecé a entrar al tema con mayor profundidad y a pensar en un documental.
¿Cómo se transformó tu relación con el doctor cuando él empieza a vivir su propio proceso terminal?
A partir de que tuvo su diagnóstico fue más complicado. Siempre tuve que clara la dimensión ética del documental. Trabajo con personas reales, con una historia y por lo mismo intento ser muy cuidadoso. Me ha tocado cancelar proyectos por no tener una aceptación tácita del personaje. El doctor era una persona interesadísima en que se difundiera el tema, su pensamiento y si trabajo. Ante su enfermedad tenía dudas sobre hasta qué punto podría entrar en su vida, pero él me impulsó a seguir adelante. Para él era importante que se documentara todo el proceso. De modo que podría decirte que fue una relación de respeto y diálogo constante. Una vez que tuvimos un primer corte se lo mostré antes que a nadie a su familia cercana porque me parecía importante que estuvieran de acuerdo con lo que se iba a presentar.
¿Cuál es ese límite ético ante un tema tan íntimo y complicado?
Es muy difícil. Cuando empecé con este proyecto la idea era trabajar con sus pacientes. No quería hacer un panfleto a favor de la muerte digna, sino mostrar todas las contradicciones y lo complicado que es vivir un proceso como este, independientemente de que tengas el conocimiento o la posibilidad de acercarte a un médico que te pueda dar una sedación terminal, algún tratamiento paliativo o cualquier otra cosa al respecto. Quería mostrar lo que siente y piensa la familia. Mi límite estaba en dos líneas, por un lado, hasta dónde le podría servir al espectador como material de reflexión, y por otro el diálogo, procuré ser cuidadoso con los pacientes con quienes hablé. Todo el tiempo me preguntaba ¿cómo puedo retratar esto con respeto y con dignidad? No quería algo morboso ni explotar el drama por el drama.
Justo te iba a preguntar eso, ¿cómo quitar drama en una situación que ya de por sí lo es?
Se consiguió en la edición y fue un proceso complicado. Teníamos mucho material, pero nos centramos en una narrativa que en principio te permitiera tener empatía. Cuando había conflictos entre los familiares nos impusimos ciertos límites, dejamos escenas dramáticas, pero solo aquellas que aportaban en un sentido reflexivo sobre cómo se puede acompañar como esposa o hija a un doctor paciente. Quería que el espectador viera de cerca cómo es este proceso de acompañamiento y lo que implican ciertas decisiones durante los últimos momentos de una persona. Al aprender a morir o a sentir la muerte, recibimos también una lección sobre cómo vivir. El doctor era un amante de la vida, trabajaba con la muerte todo el tiempo y le encantaba celebrar el cumpleaños, celebrar la vida. Después de estar cerca del proceso de muerte de cientos de pacientes entendió lo importante que es vivir.
¿Qué efecto tenía en el doctor saber que la película sería su testimonio?
Para él era muy importante. Dentro de lo difícil que era vivir su proceso, era algo que tenía muy reflexionado. Creo que lo pondría feliz ver que su historia podrá ser vista por mucha gente. A veces en los últimos momentos, sentía curiosidad sobre cómo se vería la película. Además de sus consultas daba conferencias sobre el tema los cuidados paliativos, de modo que contar con un documento que le ayude a difundir su pensamiento le habría encantado.
A partir de El último viaje, ¿cambió tu forma de pensar sobre la eutanasia?
De inicio soy un partidario de la libertad humana y de que el hombre tenga la capacidad de tomar sus propias decisiones sin afectar a la colectividad, incluyendo la de en qué momento morir. Estoy a favor de la eutanasia, pero quería que el espectador se preguntara acerca de la muerte digna, de la sedación, tomando en cuenta que es una decisión muy difícil. La película me permitió entender que es un proceso más complejo de lo que creía. Es fácil decir estoy a favor o en contra de esto o lo otro, pero cuando vives el proceso en carne propia descubres que hay muchas variantes que dificultan cualquier decisión. Al final creo que la decisión debería ser únicamente competencia del paciente, no del Estado, ni de los hermanos, hijos, padres o pareja. Hay recursos como la carta de voluntad u otros elementos jurídicos que hacen que este proceso sea más fácil. Tener conciencia de cómo queremos vivir nuestros últimos días, puede ayudar a que nuestras familias vivan mejor este proceso.
Hace poco murió el doctor Arnoldo Kraus, alguien también a favor de la muerte digna, para él la religiosidad era uno de los principales obstáculos para que este tema avanzara en el país. ¿Cuál es tu opinión en este sentido?
La eutanasia es ilegal en México, pero eso no quita que suceda todos los días. Es decir, se practica diario de manera ilegal, en ese sentido es imprescindible que se legisle. En las condiciones actuales es un caso de desigualdad porque la practica quien conoce un médico y tiene el dinero para optar por ella. Por otro lado, en México existe un proceso legal llamado “sedación terminal”, que consiste en aplicar a quien está en un proceso terminal, medicinas y tratamientos que le permiten seguir vivo, pero artificialmente. Se dejan las medicinas y quimioterapias y se le dan cuidados paliativos, medicamentos contra el dolor y para que pueda dormir. Este proceso de sedación lleva a la persona a una muerte sin dolor, eso es legal. El problema es que hay mucha desinformación y mucha gente no sabe de estos procesos. En ese sentido, la medicina también debe reflexionar sobre cuando la vida deja de ser vida. Kraus también cuestionaba a esta medicina que solo prolonga la agonía, el doctor tiene que ser consciente de que en ocasiones hay que parar porque ya no habrá cura, y alargar este proceso es doloroso y costoso económicamente. Creo que falta articular las demandas para que tengan una repercusión en el Congreso, hay una asociación llamada Libertad para Morir, que impulsa una ley; existe otra organización, Práctica por la Democracia, que apoya al movimiento Basta Ya, Muerte Digna. Hay luchas aisladas, pero producto de la religiosidad y el costo político, creo que todavía estamos lejos de una legislación.