Enemigo silencioso: confirman en México la presencia de hongo mortal que amenaza a los murciélagos | Mongabay 
Científicos confirmaron por primera vez en México la presencia del hongo letal Pseudogymnoascus destructans, causante del síndrome de la nariz blanca, responsable de la muerte de millones de murciélagos en Norteamérica.

Por Astrid Arellano
Mongabay Latam
Desde 2006, más de cinco millones de murciélagos han muerto en Estados Unidos y Canadá a causa de un hongo letal que interrumpe su hibernación. Al despertar, los murciélagos presentan una capa algodonosa que poco a poco cubre su rostro, su cuerpo y sus alas. En un periodo crítico, cuando escasea el alimento, estos animales consumen sus reservas de grasa hasta morir por inanición y deshidratación. Ante la amenaza creciente, científicos mexicanos comenzaron a temer que este enemigo silencioso —Pseudogymnoascus destructans, causante del síndrome de la nariz blanca— hubiera cruzado la frontera.
Leer más: Jícama: la palabra clave en México para vender ilegalmente caracol rosado en redes sociales
Los modelos predictivos desarrollados por los especialistas permitieron trazar su ruta de entrada a México. Así llegaron a una cueva en la Sierra Mixteca, en Oaxaca, un estado considerado hotspot de biodiversidad y que concentra la mayor riqueza de especies de murciélagos en todo el país, con 96 especies. Allí el temor se confirmó: en la oscuridad del sitio, las carcasas de murciélagos infectados encendieron de inmediato las alertas entre los científicos.
“Este es el primer registro que encontramos en México, al sur de nuestro país”, afirma Miguel Ángel Briones Salas, profesor investigador del Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional (CIIDIR), del Instituto Politécnico Nacional (IPN), en Oaxaca. “Es sorprendente que lo hayamos encontrado en esta zona de México: el hongo ha recorrido distancias muy grandes desde el último sitio detectado al sur de los Estados Unidos, en Texas. Sin duda, esto prende los focos rojos. Ahora tenemos que pensar cómo combatir y proteger a los murciélagos de esta enfermedad. Encontrar las respuestas es parte de lo que viene ahora en nuestro trabajo”, sostiene el biólogo.
P. destructans no afecta exclusivamente a una especie: se ha documentado que infecta y causa daños en más de veinte especies de murciélagos vespertiliónidos en Norteamérica, Europa y Asia.
Pero, ¿cómo llegó el hongo al sur de México? El estudio publicado en la revista PLOS One reveló afectaciones en al menos tres especies de murciélagos y sugiere que los humanos pudieron ser los principales responsables de su dispersión, tal como se sospechó cuando la cepa fue detectada por primera vez en Estados Unidos, proveniente de Europa. La visita de turistas a las cuevas habitadas por murciélagos podría ser el detonante.
“Esta cueva recibe turismo y pensamos que, en parte, pudo haber sido el portador del hongo que contaminó la cueva, aunque todavía es una hipótesis”, explica Briones Salas. “Sin embargo, día a día llega gente no solo de la región o de Oaxaca, sino de otros lugares del país, porque tiene una logística relativamente fácil para llegar”.
Una cueva llena de pistas
Un estudio previo utilizó modelos de nicho ecológico y proyectó que al menos ocho especies de murciélagos en México podrían coincidir con la distribución potencial del hongo Pseudogymnoascus destructans. Esta superposición se concentra en zonas de alta elevación, como la Sierra Madre Occidental y la Oriental, el Eje Neovolcánico y la Sierra Madre del Sur. Las condiciones climáticas de las tierras altas del sur de México son similares a las de regiones en Norteamérica donde ya se ha documentado la enfermedad, lo que sugiere que el hongo podría encontrar aquí un ambiente ideal para establecerse y propagarse.
Una cueva llamada Kava Yuu Yavi —que en lengua mixteca significa “peña con un agujero de agua”—, ubicada en el municipio de San Pedro de los Molinos, fue el sitio del hallazgo en Oaxaca. Se trata de una zona subhúmeda y templada, rodeada de bosques de enebro, selvas bajas caducifolias, encinares, pinares, chaparrales, matorrales espinosos y selva baja caducifolia.
“Es un lugar con un alto riesgo porque cada vez que hemos ido encontramos diferente la configuración interna, debido a los derrumbes por la humedad que existe en el sitio. Ahí nace un río permanente que alimenta al poblado más cercano”, explica Briones Salas.
Para ingresar, los científicos deben seguir estrictas medidas de seguridad, tanto para protegerse de los derrumbes como para evitar llevar o traer contaminantes que puedan afectar otros ecosistemas.
“Usamos un equipo especial de vestuario: trajes blancos que cubren todo el cuerpo, mascarillas, guantes de látex, gafas, botas y casco para poder acceder a la cueva”, describe el especialista. “Aún así, nuestras visitas son lo más rápido posible: tomamos fotos, tomamos las muestras y salimos de inmediato”.
Briones Salas recuerda que la primera pista de que algo raro estaba pasando —y que coincidió con los modelos previamente elaborados y a las evaluaciones climáticas de la zona—, fue encontrar en los alrededores algunos murciélagos con problemas en la piel. Siguiendo su rastro, localizaron este refugio en el occidente de Oaxaca, donde encontraron varias colonias de murciélagos infectados.
Allí realizaron un protocolo de muestreo entre febrero y marzo de 2018, febrero y abril de 2020 y febrero de 2023. Durante estas jornadas, no solo se recolectaron carcasas de murciélagos en el suelo, sino también muestras de murciélagos vivos y capturados con redes de niebla instaladas en la entrada de la cueva. Se capturaron únicamente individuos que presentaban signos visibles de hongos en las alas o el cuerpo.
“También se colectan muestras de suelo y agua, se observa si hay animales muertos, excretas, etcétera. Haces toda la colecta biológica que tienes dentro de la cueva y luego sales y afuera de la cueva también se trabaja”, describe Ángel Rodríguez Moreno, doctor en ecología del Laboratorio de Geografía de la Biodiversidad en el Pabellón Nacional de la Biodiversidad del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Cada murciélago que presentaba lesiones fue evaluado y clasificado según una escala de daño en las alas. Sin embargo, la infección no siempre es visible, por ello, los investigadores recurrieron tanto a la observación directa como al uso de una lámpara de luz ultravioleta, que permite revelar la fluorescencia del hongo en las zonas del cuerpo afectadas. Una vez recolectadas las muestras, se registraron datos biológicos de cada individuo, como la especie, las medidas corporales, el peso y el sexo. Al finalizar, los murciélagos vivos fueron liberados en el mismo sitio donde fueron capturados.
Pero el trabajo no terminó ahí. Los investigadores enviaron las 11 muestras obtenidas de murciélagos vivos y otras 15 recolectadas de las carcasas al laboratorio DIMYGEN (Diagnóstico Genético y Molecular), que trabaja en colaboración con el grupo de investigación del Centro para la Gestión de la Sustentabilidad (CEGES). Allí las muestras fueron procesadas y se realizó el cultivo del hongo en el Laboratorio de Micología de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. A través de análisis histopatológicos, moleculares y genéticos, fue posible identificar al patógeno responsable de afectar a las poblaciones de murciélagos.
“Utilizamos técnicas muy específicas que permitieron discriminar únicamente el ADN de P. destructans y que descartaron cualquier otro relacionado”, explica Lizbeth González Herrera, profesora e investigadora en el Laboratorio de Genética del Centro de Investigaciones Regionales de la Universidad Autónoma de Yucatán y asesora científica de DIMYGEN.
Además, las muestras fueron comparadas con bases de datos genómicas recientemente publicadas para otros hongos, con el objetivo de identificar características genéticas exclusivas de P. destructans. Se trata de una tarea ardua y compleja, explica la especialista, ya que este hongo no solo habita en la piel del murciélago, sino también en el entorno. “Es decir, en las cuevas conviven muchos tipos de hongos: tenemos un microbioma y una microbiota compuesta por diversos patógenos”, sostiene.
Así fue como los investigadores identificaron la presencia del hongo en murciélagos de las familias Vespertilionidae y Emballonuridae: las pruebas fueron positivas para ocho individuos vivos de miotis mexicano (Myotis velifer) y uno del murciélago bigotudo de Parnell (Pteronotus parnellii), así como en una carcasa de murciélago gris de saco (Balantiopteryx plicata). Tanto los individuos capturados como las carcasas presentaban lesiones visibles, principalmente en las alas, pero también en el rostro y el patagio, la delgada membrana de piel elástica que se extiende entre los dedos y el cuerpo, y que les permite volar o planear.
“El hongo los ataca cuando están hibernando, cuando tienen sus defensas bajas. Empieza a aparecer una mancha de hifas en la nariz —por eso se le llama ‘nariz blanca’—, y posteriormente esta capa algodonosa empieza a atacar otras partes del cuerpo, como las alas. Esto obviamente les impide volar y llevar a cabo sus actividades normales y llega, al final, a matarlos”, describe Briones Salas.
La tolerancia al calor
Un asunto que generó preocupación entre los especialistas fue la termotolerancia del hongo. Los experimentos confirmaron que P. destructans puede desarrollarse en un amplio rango de temperaturas —de 5 a 28 °C—, lo que convierte a este hongo en una amenaza potencial para especies de murciélagos que habitan en diversos entornos, incluidos los ecosistemas tropicales del sur de México.
“El hongo está descrito como una especie adaptada a climas fríos, pero en los experimentos que hizo la doctora Judith Castellanos [representante del Laboratorio de Micología] sobre curvas de termotolerancia, se vio que si bien crece a temperaturas bajas, también puede crecer a una temperatura superior a la que se ha encontrado en Estados Unidos”, explica Rodríguez Moreno. “Lo que al parecer puede estar haciendo es cambiar su morfología y su sintomatología”.
P. destructans se documentó por primera vez en Norteamérica en Albany, Nueva York, en 2006 y desde entonces se ha propagado rápidamente por Estados Unidos y Canadá. En 2018, el brote más cercano registrado de síndrome de nariz blanca se registró en San Antonio, Texas.
“Texas ya no es propiamente un estado tan frío como podría ser Nueva York. Pero en aquel momento los americanos ya marcaban emergencia y que se tuvieran muy monitoreadas las cuevas de murciélagos en Texas e incluso en Puerto Rico, que ya no es un lugar frío. Esto indica que el hongo P. destructans ya se ha observado en climas cada vez más cálidos”, describe Rodríguez Moreno.
Si a eso se le suma la variable de una mayor diversidad de murciélagos —muy vinculada a regiones tropicales—, el impacto podría extenderse de manera mucho más grave, dice el ecólogo: “Ya no solo a un grupo específico, sino a toda una diversidad grande de murciélagos. Y eso, al parecer, es justamente lo que estamos empezando a encontrar”, advierte el especialista.
Aunque el aumento de la temperatura global derivado del cambio climático podría ser un factor a considerar en la dispersión del hongo hasta México, los científicos advierten que no existen pruebas concluyentes que lo respalden. Por ahora, la principal hipótesis sobre su llegada a Oaxaca apunta a una causa más directa: el probable traslado del hongo por personas que ingresan a las cuevas sin seguir medidas adecuadas de bioseguridad, explica Rodríguez Moreno.
“Por ejemplo, toda la gente que se dedica a espeleología y turismo en cuevas, finalmente viaja a diferentes países y van de una cueva a otra. Si bien no se ha podido validar, es una hipótesis que está planteada”, agrega.
Los sembradores de bosques
La investigación, coinciden los científicos, deja más preguntas que respuestas. Sin embargo, sus hallazgos son contundentes: al confirmar la presencia de Pseudogymnoascus destructans en el sur de México, se subraya la necesidad de establecer un programa de monitoreo y vigilancia epidemiológica extensiva del hongo en vida silvestre, así como de acciones educativas que informen a las comunidades sobre el potencial impacto de este hongo en otras poblaciones y especies de murciélagos en la región.
“Ahora hay que ver si todos los murciélagos se enferman o si hay murciélagos que no lo hacen, pero que transportan el hongo”, explica Rodríguez Moreno. “Y la pregunta es obvia, ¿por qué en Oaxaca y por qué no en otras partes de México? Pues quizás simplemente no lo hemos encontrado”.
La publicación del estudio ha abierto nuevas oportunidades de colaboración tanto multidisciplinaria como transdisciplinaria con expertos del Wildlife Service de Estados Unidos, la organización Bat Conservation International y la Universidad del Norte de Arizona. El conocimiento avanzado que poseen estas instituciones por su propia experiencia atendiendo los brotes podría fortalecer significativamente las acciones de monitoreo y control del hongo en territorio mexicano.
A diferencia de otras especies de fauna silvestre, los murciélagos enfrentan una desventaja histórica: han sido estigmatizados durante generaciones, coinciden los especialistas. Sin embargo, su papel en los ecosistemas es fundamental, ya que prestan valiosos servicios como el control de plagas y la dispersión de semillas.
Por ello, es importante subrayar que esta enfermedad no representa un riesgo para la salud humana, sino que su impacto recae exclusivamente sobre los murciélagos y, por extensión, sobre el equilibrio ecológico que ayudan a mantener.
“Que quede claro que esta enfermedad que estamos encontrando en los murciélagos solo afecta a los murciélagos, no afecta a la población humana”, subraya Briones Salas. Sin embargo, como humanos tenemos que preocuparnos porque los murciélagos nos prestan muchos servicios ambientales de manera gratuita. Si matamos a los murciélagos, nosotros mismos nos estamos dañando”.
Rodríguez Moreno reitera que dañarlos o destruir sus refugios, sería un grave error. “Son nuestros sembradores de bosques y selvas”, concluye el especialista. “Lo peor que podríamos hacer sería empezar a golpear a los murciélagos destruyendo sus cuevas, porque el síndrome de nariz blanca no tiene nada que ver con la salud del ser humano, pero finalmente las consecuencias serían para todos”.
REFERENCIA
Medina-Cruz, G. E., May-Mutul, C. G., López-González, P. N., González-Herrera, L. J., Sosa-Escalante, J. E., Rodríguez-Moreno, A., Castellanos-Moguel, J., Martínez-Tamayo, H. D., Gutiérrez-Granados, G., Sánchez-Cordero, V. y Briones-Salas, M. 2025. Presence of white-nose syndrome in bats from Southern Mexico. PLOS One.
***
Consulta aquí la publicación original de Mongabay Latam: