Santa Claus, una Figura Forjada por Siglos: Mitos, Migraciones y Publicidad
La figura de Santa Claus nace de San Nicolás de Bari. Su transformación, desde Holanda a EE.UU., fusionó leyendas, literatura y arte, creando el icono global que conocemos hoy.
- Redacción AN / GER

En vísperas de Navidad, mientras los niños esperan los regalos, pocos conocen el complejo viaje histórico y cultural que hay detrás de la entrañable figura de Santa Claus o Papá Noel. Lejos de ser una invención moderna, su leyenda es un mosaico forjado a lo largo de siglos, desde un obispo cristiano hasta convertirse en un icono universal con residencia oficial en el frío norte.
El origen se remonta a San Nicolás de Bari, un obispo católico que vivió entre los siglos III y IV en la actual Turquía. Su reputación de bondad generó numerosas leyendas. La más persistente cuenta que, para ayudar a tres jovencitas cuya familia no podía pagar la dote (conjunto de bienes, dinero, propiedades o animales que la familia de la novia aportaba al matrimonio para contribuir a las cargas del nuevo hogar), dejó caer monedas de oro por su chimenea, las cuales cayeron en unas medias de lana que secaban al fuego. Este acto de caridad anónima explica dos tradiciones perdurables: colgar medias y la idea de que el dador de regalos no debe ser visto.
La transformación clave ocurrió con la migración holandesa a América. Los colonos llevaron a Nueva Ámsterdam (actualmente Nueva York) la tradición de su patrono, Sinterklaas (San Nicolás en neerlandés). En 1809, el escritor Washington Irving, en su sátira Historia de Nueva York, adaptó el nombre a la pronunciación angloparlante: Santa Claus. Lo describió como un marinero holandés rechoncho, vestido con abrigo, guantes y botas, inicialmente de color verde.
El poeta Clement Clarke Moore, en 1823, en su famoso poema, añadió elementos clave como el trineo tirado por renos y la visita en Nochebuena. Pero fue el dibujante Thomas Nast quien, en 1863, definió la apariencia moderna en las páginas de Harper’s Weekly: un hombre gordo, barbudo y bonachón, con el ahora icónico traje rojo con botas y gorra. Su éxito fue inmediato y masivo.
Durante siglos, los regalos se asociaron al 6 de diciembre, día de San Nicolás. La celebración variaba: en la víspera, en el desayuno o, como en la “fiesta del zapato” española del siglo XVI, durante los postres. No fue hasta finales del siglo XIX cuando la mayoría de tradiciones se consolidaron y trasladaron a la Nochebuena. Aún hoy, países como Alemania, Países Bajos o partes de Italia mantienen la fecha original.
Respecto a su vestimenta roja, aunque popularmente se atribuye a una campaña de Coca-Cola de 1931, ilustraciones en la revista Puck de finales del siglo XIX ya mostraban a Santa con esa indumentaria, descartando que fuera un invento comercial.
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Con la leyenda afianzada en el hemisferio norte, se buscó un hogar mítico. Este se estableció en Rovaniemi, capital de la región finesa de Laponia, designada como el pueblo oficial de Santa Claus. A 8 km de allí, cruzando el Círculo Polar Ártico, se encuentra Santa Claus Village, un parque temático donde los visitantes pueden entregar su carta en persona y sumergirse en el espíritu navideño.
Así, el personaje que alegra la Navidad es el resultado de un fascinante cruce de historias: la hagiografía cristiana, el folklore holandés, la literatura estadounidense, el arte de la ilustración y la globalización cultural, demostrando que hasta los mitos más universales tienen una historia terrenal y viajera.







