Obediencia y encubrimiento: El caso de abuso sexual en el corazón de los Salesianos que llega a la cúpula del Vaticano 
Por décadas, los Salesianos han encubierto el abuso y acoso sexual que por años una de sus principales figuras cometió contra un menor de edad. La protección al abusador llegaría hasta un integrante de la cúpula del Vaticano.
- Redacción AN / BJC

Por: Brandon J. Celaya Torres
El velo de secreto y protección institucional que durante décadas encubrió la violencia sexual clerical en el corazón de los Salesianos comienza a rasgarse con la denuncia penal interpuesta por Pedro Mario Ayala Ceja, sacerdote de esta congregación que por años sufrió abuso y acoso a manos del padre Jaime Reyes “N“., una de las principales figuras de esta orden católica.
El encubrimiento, de acuerdo con el testimonio de Ayala Ceja, llega hasta un integrante de la actual cúpula del Vaticano, Ángel Fernández Artime, quien lideró a los Salesianos entre 2014 y 2024. Él fue nombrado Proprefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica por el papa Francisco. Posteriormente, su sucesor, Leon XIV, lo designó como legado para las Basílicas Papales de Asís.
Documentos internos de los Salesianos- en poder de Aristegui Noticias-, así como el testimonio de Pedro Mario, muestran que el abuso y acoso sexual del sacerdote Jaime Reyes se extendió por años, cuando la víctima era menor de edad y estaba bajo la guía espiritual de su agresor.

El sacerdote Jaime Reyes se promueve a sí mismo como un altruista que eligió la vida religiosa por convicción. Su pasado de abusos muestra otra realidad.
Jaime Reyes dirige la asociación Don “Bosco sobre Ruedas” y ha dado conferencias en el Iteso, Universidad Jesuita de Guadalajara. Además ha aparecido en revistas de farándula como Quién! cuando en 2020 bautizó al hijo del abogado Humberto Cavazos.
Los Salesianos, oficialmente conocidos como la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, son una congregación religiosa católica fundada en 1859 por San Juan Bosco en Turín, Italia. Su misión principal es la educación y evangelización de los jóvenes, con un enfoque especial en aquellos más necesitados.
En México, operan a través de una amplia red de instituciones dedicadas al apoyo de jóvenes en estado de vulnerabilidad. Su labor se organiza en inspectorías: México-Guadalajara (MEG), que cubre el norte del país y México-México (MEM), cuya sede está en la capital, en una calle y frente a un parque que lleva el nombre de la congregación: Colegio Salesiano, colonia Anáhuac.

El cardenal Ángel Fernández Artime es señalado como uno de los protectores de Jaime Reyes. Él encabezó a la orden durante una década hasta llegar a la cúpula del Vaticano.
Advertencia: la siguiente narración contiene descripciones gráficas de abuso sexual que pueden herir la sensibilidad.
El sueño de Pedro al adentrarse en la vida religiosa era convertirse en hermano coadjutor porque estaban más enfocados en temas de artes, pintura y música.
Originario de Sahuayo, Michoacán- donde según cifras de la Secretaría de Economía 46.19% de la población vive en pobreza- Pedro Mario Ayala ingresó al aspirantado salesiano en Tlaquepaque, Jalisco, en septiembre de 1990, a los 12 años.
Posteriormente, ingresó al Instituto Salesiano de Orientación Vocacional ubicado en Irapuato, Guanajuato. Allí, Jaime Reyes “N”., quien fungía como vicario y ecónomo de la comunidad, se volvió su tutor y guía espiritual. Con esa posición de poder, abusó por años de Pedro Mario.
La violencia sexual comenzó cuando la víctima tenía 15 años. El sacerdote lo citaba en la oficina de Dirección Espiritual a deshoras, a pesar de las reglas de la casa. En estas sesiones, el religioso comenzó a hablarle de masturbación y sexo, cuestiones que para el entonces adolescente eran “vergonzosas e incómodas”.
Poco a poco, los tocamientos se introdujeron bajo el pretexto de masajes, una excusa usada por otros abusadores sexuales, por ejemplo, el líder de La Luz del Mundo, Naasón Joaquín García.

Jaime Reyes se encuentra denunciado penalmente por el abuso en contra de Pedro Mario Ayala.
El hoy acusado le pedía al joven que le diera masajes en los hombros, el vientre y la cara, para luego hacer lo mismo con él. Además, al finalizar las sesiones, en el trayecto al dormitorio, el sacerdote iniciaba “juegos” similares a luchas, donde rozaba o tocaba las partes íntimas de la víctima, manejándolo siempre como un juego. El sacerdote también ingresaba al área común de los dormitorios por las noches, se sentaba en la cama de la víctima y lo despertaba para platicar.
El patrón de agresión se intensificó. En diciembre de 1994, durante una convivencia en Irapuato, el acusado llevó al joven a un cuarto de la casa de visitas. Allí, le pidió un masaje en el vientre, lo tomó por la fuerza, lo aventó a la cama y se puso sobre él con todo su peso, tocándole los genitales, haciendo sentir a la víctima que el agresor tenía una erección.
El 7 de abril de 1996, cuando la víctima tenía 17 años, ocurrió unos de los episodios de mayor violencia sexual.
Durante un viaje nocturno en autobús de Tamazunchale, San Luis Potosí, a Guadalajara, Jalisco, el acusado se sentó junto al entonces menor de edad. Tras esto, Jaime Reyes colocó su mano sobre el pene de la víctima y comenzó a frotarlo bruscamente. Al mismo tiempo, sujetó con fuerza la mano de Pedro Mario para que lo masturbara, eyaculando sobre él. Al terminar le dio un beso en los labios.
Estos actos causaron lesiones en la víctima, que posteriormente requirieron una intervención quirúrgica: le hicieron una circuncisión.
El trauma de estos hechos, sumado al miedo a la expulsión y a la vergüenza, obligó al joven a cargar con el sufrimiento en silencio, lo que él mismo describe como un “cáncer encapsulado” por años.
Sin embargo, al continuar su formación, intentó denunciar ante sus superiores, encontrando como respuesta la minimización de los hechos y su revictimización.
La sentencia y el encubrimiento de los Salesianos
En 1998, la víctima denunció detalladamente el abuso ante el maestro de novicios y director espiritual, el padre Guillermo Lugo Venegas. La respuesta que recibió, según el testimonio de la víctima, fue: “hay hermanos a los cuales debemos sobrellevar”.
Así, el cáncer de dolor tuvo que ser encapsulado de nuevo.
Más de una década después de los primeros hechos, Pedro Mario expuso el caso ante el sacerdote Salvador Delgadillo (hoy muerto), quien en aquella época era Director del Teologado. Como autoridad salesiana, el religioso le dijo a Pedro Mario que tenía que superarlo pues probablemente él mismo provocó el acoso y abuso sexual, recuerda el denunciante.
Esta imposición del sentimiento de culpa generaron en la víctima un sufrimiento psicológico constante que se tradujo en anhedonia, astenia, ansiedad, insomnio, depresión y episodios de intentos de suicidio, llevándolo a padecer Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT), que actualmente requiere tratamiento médico psiquiátrico bajo prescripción.

Guillermo Lugo Venegas (izquierda) y Salvador Delgadillo (derecha) revictimzaron a Pedro Mario cuando denunció el abuso sexual, protegiendo al padre Jaime Reyes.
El resurgimiento del trauma en 2014, impulsado por la noticia de un caso de pederastia en los Países Bajos y la omisión recurrente de la congregación, motivó a Ayala Ceja a contactar directamente al entonces Rector Mayor de la Congregación Salesiana, el hoy Cardenal Ángel Fernández Artime, y al padre Filiberto González Plascencia, actual inspector de MEG.
Este último, de acuerdo con Pedro Mario, le dijo que el asunto ya estaba terminado y resuelto con las terapias psicológicas que él mismo ordenó para la víctima en 2007.
Fernández Artime, en cambio, solicitó una declaración firmada. Así, el denunciante formalizó por escrito su testimonio el 11 de marzo de 2016, iniciando así una investigación canónica interna. Las pesquisas fueron dirigidas por el padre Hugo Orozco Sánchez, en ese entonces inspector de la MEG, junto con el P. Agustín Novoa como instructor y el P. Francisco Origel como notario.
Según el denunciante, el proceso se llevó a cabo de manera “ambigua” y “parda,” sin su participación activa, salvo por un interrogatorio en septiembre de 2018 realizado por el P. Francisco Origel, sin testigos y sin constancia de sus respuestas.

Imagen: BJC/AN
En febrero de 2019, recuerda Pedro Mario, el padre Hugo Orozco Sánchez– a cargo de la investigación- le dio a conocer “de manera verbal y muy escuetamente” que habían tipificado los abusos de Jaime Reyes como “una falta al sexto mandamiento con violencia, es decir como un acto impuro”.
Las sanciones impuestas al sacerdote Jaime Reyes “N.” fueron mínimas en comparación con la gravedad de los hechos: realizar un mes de ejercicios ignacianos de meditación y oración, así como la prohibición de pertenecer a cualquier comunidad formadora en los próximos 3 años.
A pesar esto, el padre abusador fue designado director del Centro Juvenil del Oratorio de San José en Tijuana, Baja California, en agosto de 2019, apenas seis meses después de la resolución.
El Artículo 222 del Código Nacional de Procedimientos Penales establece la obligación general de denunciar los delitos y que toda persona que tenga conocimiento de un hecho que pudiera ser constitutivo de delito está obligada a denunciarlo ante el Ministerio Público. Además, el Artículo 8 de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público dicta: “Las convicciones religiosas no eximen en ningún caso del cumplimiento de las leyes del país. Nadie podrá alegar motivos religiosos para evadir las responsabilidades y obligaciones prescritas en las leyes”.
Pese a este mandato, nadie de la congregación interpuso una denuncia por los abusos cometidos por uno de sus más prominentes sacerdotes, ni siquiera lo hizo quien fuera su autoridad máxima, Ángel Fernández Artime, nombrado cardenal por el papa Francisco y participante del Cónclave para elegir a León XIV.

En lugar del decreto íntegro sobre la sanción a Jaime Reyes, los Salesianos solo dieron esta diapositiva a Pedro Mario, lo que ve como una forma más de encubrimiento. Imagen: BJC/AN.
Pedro Mario señala que, incluso después de la resolución, la Congregación Salesiana continuó obstaculizando la transparencia de su caso. En 2023, el P. Filiberto González Plascencia, inspector de la MEG, le informó que, de acuerdo con el derecho canónico, no era posible entregarle una copia completa del decreto que sancionaba a Jaime Reyes, ya que el documento es un “decreto singular” y “confidencial y dirigida solo a él [al acusado]”.
Ante esta negativa y la constante minimización del daño, Pedro Mario Ayala decidió llevar el caso a la fiscalía regional “B” ubicada en Irapuato, Guanajuato. No obstante, los representantes de la víctima alegan una serie de irregularidades por parte del Ministerio Público.
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Entre las irregularidades denunciadas está el hecho de que no se ha judicializado el caso, a pesar de contar con elementos de prueba y haber presentado la denuncia desde diciembre de 2024. A esto añaden la negativa del Ministerio Público de pedir la prisión preventiva para el acusado, a pesar de que el delito lo amerita.

Imagen: BJC/AN
Pedro Mario expresa que su lucha por justicia se debe no solo al daño que le causó Jaime Reyes, sino al riesgo que corren los niños, jóvenes y adolescentes que tengan contacto con este sacerdote. Él no cree que haya sido la única víctima de este eclesiástico abusador sexual.