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“La literatura sirve como forma de autoconocimiento, pero no de curación”: Horacio Castellanos Moya

El escritor salvadoreño habla sobre su nueva novela ‘Cornamenta’.

  • Redacción AN / HG
21 Dec, 2025 12:50
“La literatura sirve como forma de autoconocimiento, pero no de curación”: Horacio Castellanos Moya

Por Héctor González

Desde hace varios libros la familia Aragón se ha convertido en compañera de viaje de Horacio Castellanos Moya (1957), “ya son ocho novelas en las que está presente”, contabiliza el narrador salvadoreño. Ahora toca el turno a Clemente, quien protagoniza Cornamenta (Literatura Random House), una historia que se ubica en 1972, un año que significó un punto de quiebre en la historia reciente del país centroamericano, “ese año significó una fractura, fue la primera vez en que la sociedad civil cuestionó una dinastía militar de coroneles que había durado cuarenta años”, explica.

Gracias a novelas como El asco, El arma en el hombre y Moronga, Castellanos Moya es considerado uno de los autores latinoamericanos más precisos y agudos al momento de reflexionar sobre la violencia y las pulsiones humanas, pero no solo eso, es también un viajero total, “hubo una época en la que no pasaba más de tres meses en una ciudad”, recuerda.

Hoy, no obstante, vive un momento más estable, desde hace más de cinco años es académico de la Universidad de Iowa en Estados Unidos.

La familia Aragón te persigue, varios de sus integrantes aparecen recurrentemente en tus novelas.

Sí, son ocho novelas en las que está presente, lo cual ya me parece un exceso. Seguramente su presencia me permite reconstruir y fantasear con la familia que no tuve. A partir de rasgos y hechos históricos construyo su entramado. De alguna manera ha sido cosa del destino, porque no lo he planeado ni tampoco encuentro un gran beneficio en hacerlo, es más bien una pulsión. Creo que a través de esta familia encuentro una posibilidad de entender el mundo y de mostrar la forma en que se vivía o se vive en Centroamérica o al menos en El Salvador.

Mencionaste la familia como elemento nuclear, pero ¿podría ser que detrás hubiera una forma de buscar arraigo?, eres una persona que ha vivido en varios países.

Es interesante, yo no lo planeé. Descubrí el mosaico sobre la familia Aragón cuando ya llevaba cinco novelas. He reflexionado sobre esto y sí hay una cuestión relacionada con el desarraigo, la lejanía y la necesidad de darle salida a memorias y recuerdos. Llevo muchísimos años sin vivir en El Salvador, y mis anteriores novelas habían transcurrido en Estados Unidos y en Suecia, pero ahora el personaje me pedía ubicar la historia en El Salvador, no sé por qué.

¿Por alguna añoranza?

Alguna añoranza y alguna carencia probablemente de cosas familiares. Perdí a mi padre cuando tenía 13 años por una peritonitis. Salí del país muy joven. Vengo de familias dispersas. Todo ese mosaico seguramente pulsa teclas en mi interior que me llevan a escribir estas historias. En el personaje de Clemente hay elementos de distintas personas que he conocido incluyendo a mi padre. Mis recuerdos de infancia están borrados, tal vez hay un trauma perdido. No podría escribir unas memorias de mi infancia o de mi primera juventud porque todo está muy diluido. Tal vez debería meterme a terapia.

¿Nunca has ido a terapia?

Nunca, la única terapia que tengo soy yo mismo escribiendo. La literatura puede servir como forma de autoconocimiento, pero no de curación. Uno puede saber que tiene gripe y eso no lo cura, pero al menos sabes que estás enfermo. Sucede lo mismo con los padecimientos del espíritu.

¿Te sientes enfermo?

Sí, de muchas cosas. Seguramente de nostalgia, como dices, de un sentido de la soledad, de una carencia de sentido al final de mi vida. ¿Qué es todo esto? ¿Qué chingados estamos haciendo aquí? ¿Por qué me tocó la vida que me tocó? ¿Es azar o destino?

¿Crees en el azar?

A veces sí. En ocasiones entiendo el destino como una fuerza inconsciente que te lleva a hacer lo que haces, no como un proceso de razonamiento, planeación o construcción a partir de tu voluntad. El destino te sucede independientemente de tu voluntad.

¿La enfermedad que más te aqueja cuál es?

Probablemente la soledad, pero esa viene en la maleta de ser escritor.

En particular de un escritor como tú.

Tal vez, me gustan los personajes inestables y en situaciones extremas.

Aunque muchos se colocan ahí por decisiones propias…

Por decisiones propias o por destino. No sabemos si Clemente Aragón se acostó con la mujer del director de la policía por voluntad propia o por qué le sucedió.

Al final las pulsiones humanas…

Las pulsiones humanas que a veces se convierten en pasiones o castigos. Clemente en esta novela paga su lujuria a través del miedo. Tuvo muchas mujeres, pero una le hizo pagar todo lo demás.

El poder es otra pulsión que te interesa.

El poder es una de las pulsiones más profundas del corazón humano. La ambición y el deseo mueven a las sociedades. Muchas veces se ambiciona el poder para satisfacer el deseo. Pero una cosa es el poder en términos generales y que se puede aplicar a los aspectos de la vida, y otra el poder político que es mucho más preciso. El poder es un problema en la relación de pareja, de familia y entre familias, es el asunto clave.

El escritor cuando escribe se siente poderoso…

Tiene una ilusión de poder porque está creando un mundo, pero es algo fantasioso. Seguramente puedes meter a algunos lectores en el mundo de tu imaginación, pero al final tienes que volver a la realidad, por eso me cuesta mucho entender a los escritores que participan de manera activa en la política. Un escritor como actor político me resulta un contrasentido porque la política es el arte de lo posible en lo real, y la literatura es el arte de lo posible en lo irreal, al menos en la novela o la ficción.

¿Estamos pensando en Vargas Llosa?

Tal vez por eso fue derrotado como político y terminó apoyando las peores causas en la política.

Otro escritor recurrente en tu trabajo y que participó de la política fue Roque Dalton.

Sí, aunque en esta novela no sale. Él pago su pulsión política con la vida. Hacía política para una causa y eso para mí tiene un sentido religioso. Ves a los políticos de ahora e intentan acumular poder para sí mismos. Roque Dalton pertenecía al grupo de los ilusos, creían que se podía crear una sociedad justa a partir de un sacrificio. Al final un cristianismo convertido en comunismo o en teoría revolucionaria, pero donde se da por sentado que hay una bondad innata en el hombre, cosa de la que no estoy muy seguro.

¿En algún momento estuviste tentado por la militancia?

Tentado sí, pero desde muy joven comprendí que me molesta someterme al poder. No me gusta cumplir órdenes con las que no estoy de acuerdo, ese es un sentido de rebeldía y un político o militante no puede ser rebelde porque va a terminar mal. Todos nos sometemos a un esquema de poder para sobrevivir en la vida, ya sea el empleo o la familia, pero una cosa es hacerlo por necesidad y para conseguir una materialidad que te permita subsistir, y otra porque crees que estás del lado del bien o de una causa.

La novela se ubica en 1972, ¿qué encontraste en ese año para hablar del presente de tu país?

1972 significó una fractura, fue la primera vez en que la sociedad civil cuestionó una dinastía militar de coroneles que había durado cuarenta años, esto es importante porque ahora el poder está basado en el ejército y en un líder muy popular, que gracias a los militares deshizo las instituciones democráticas para tomar todo el poder del Estado.

¿En qué va a terminar Bukele?

No sé, ni él sabe. Es un hombre joven, inteligente, hábil, popular, la gente lo quiere porque ha acabado con las maras, aunque al mismo tiempo acabó con todo lo demás.

¿Qué es “todo lo demás”?

Todo lo demás es la democracia. Un sistema político que había costado treinta años construir y antes, diez años de guerra civil. Pero la gente lo eligió, ya no quería lo que había. A veces nos cuesta entender eso, el ejército no obligó a votar a nadie y ya después Bukele se montó en el ejército.

¿Será que la democracia no es suficiente?

A veces pareciera y eso desconcierta, que estamos viviendo un momento en que a los pueblos no les interesa la democracia. En el caso específico de El Salvador, que es el que conozco, la democracia que trajo el fin de la guerra civil y los acuerdos de paz permitió la libertad política de las élites para construir una sociedad con alternancia en el poder, separación de poderes y sistemas autónomos, pero dentro de las élites. No hubo ninguna democracia social y económica. Si no se crean escaleras para que la sociedad suba y baje, se vuelve a lo mismo. La gente se cansó de eso porque ya no había ilusión.

¿Cómo son leídos tus libros en El Salvador?

Quién sabe. Se que son leídos.

Eres el escritor salvadoreño más conocido…

Tal vez, después de Roque Dalton. Hay otro narrador muy conocido, Mario Argueta, pero ya está muy mayor.

¿La crítica?

En El Salvador no hay crítica literaria, pero en los medios sí se cubre. Tengo amigos lectores que me escriben. La retroalimentación que tiene un escritor como yo, que vivo fuera de El Salvador no tiene comparación a la que podría tener un mexicano.

¿Te pesa o duele eso?

No, al final escribo por necesidad. Nunca he tenido esa retroalimentación y formé mi escritura sin eso. Hace setenta u ochenta años, hubo una clase intelectual salvadoreña, pero a partir de la guerra civil dejó de existir. Por eso también es importante 1972, marcó el quiebre de la posibilidad electoral y la intervención militar en la universidad motivó el exilio de los intelectuales. Yo crecí en un medio árido. Quizá me haga más falta en México, España o Argentina donde sí la he tenido.

¿Te ves regresando a El Salvador?

No, pero uno nunca sabe. Ya no tengo nada ni a nadie, un par de amigos. Mi madre murió, mi hermano está afuera. No hago planes sobre el futuro. Planeo a corto plazo. Viajé a México por una semana y me quedé diez años porque ya no pude regresar a El Salvador.

¿Sigues viajando ligero de equipaje?

Trato, aunque con los años se acumulan cosas. Durante tres años no pasaba más de tres meses en una ciudad. Vivía con dos maletas, ahora tal vez tenga un par de maletas más, pero es todo.

¿Te ves quedándote en Estados Unidos?

Tampoco, hoy vivimos en un mundo muy inestable. Hay un proceso de deterioro de las condiciones de convivencia política bastante fuerte, la mayoría de los países están polarizados. Mira Chile que era una de las sociedades más estables, lo que viene ahora.

De esperanza mejor ni hablamos…

No, seguramente ya no es una labor de mi generación. Se la tienen que inventar los más jóvenes.

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