¿Dónde nacen las mantas oceánicas? La respuesta se busca en el Archipiélago de Revillagigedo | Mongabay 
En el Pacífico mexicano se encuentra el área marina protegida más grande de Norteamérica: el Parque Nacional Revillagigedo. Allí, la pesca está prohibida, por lo que especies como las mantarrayas oceánicas encuentran un refugio.

Por Thelma Gómez Durán
Mongabay Latam
El ser humano ha logrado pisar la Luna, realizar expediciones en las zonas más profundas del océano, observar planetas que están fuera de la Vía Láctea, identificar a seres unicelulares e, incluso, crear sistemas de inteligencia artificial que responden a casi cualquier pregunta. Aun así, la lista de incógnitas sobre la vida, en sus diferentes formas, es inmensa. No importa si son seres microscópicos o gigantes, las dudas se multiplican. Y eso sucede, por ejemplo, con las mantarrayas oceánicas. Los misterios que aún hay sobre ellas son tan grandes como su tamaño.
Gracias a trabajos científicos realizados desde la década de los 70, actualmente sabemos que existen tres especies de mantarrayas oceánicas: la Mobula birostris, que puede medir hasta siete metros; la Mobula alfredi, un poco más pequeña; y la Mobula yarae, que se encuentra en el Atlántico. También se conoce que son curiosas, que comen zooplancton, que viven poco más de 40 años, que su periodo de gestación dura un año y que algunas han sorprendido a los investigadores porque han buceado a una profundidad de 1000 metros.
Pero, la ciencia aún no logra explicar por qué tienen un cerebro tan grande, cómo funciona su visión, cuál es su capacidad sensorial o el patrón de sus migraciones. “Hay grandes misterios de los que aún no tenemos respuesta, por ejemplo, ¿dónde tienen a sus crías? ¿Cuáles son sus hábitats más importantes?”, afirma en entrevista con Mongabay Latam la doctora Madalena Pereira Cabral.
Desde 2021, Pereira Cabral realiza expediciones científicas para estudiar a las mantarrayas oceánicas que llegan al Archipiélago de Revillagigedo, al norte del Pacífico mexicano, sitio de agregación -donde se congrega- de la Mobula birostris. El lugar tiene una peculiaridad más: desde que se declaró Parque Nacional, en noviembre de 2017, está prohibido cualquier tipo de pesca en los poco más de 148 000 kilómetros cuadrados del área natural protegida.
Pereira Cabral destaca que, si bien Revillagigedo es un refugio para las mantarrayas, estas gigantes no son residentes permanentes del parque. Ellas nadan todo el tiempo y, al salir del área natural protegida, se enfrentan a la pesca incidental.
Las investigaciones de Pereira Cabral buscan contribuir a tener más datos que ayuden, entre otras cosas, a identificar aquellos sitios que son vitales para conservar la especie, clasificada en Peligro de extinción en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Conocer a las mantas que visitan Revillagigedo
Pereira Cabral inauguró sus buceos con la Manta birostris en Revillagigedo. Ahí decidió que esta especie sería la protagonista de sus estudios de doctorado que realizó en la Universidad Autónoma de Baja California Sur, en la ciudad de La Paz, al norte de México.
Las investigaciones de Pereira Cabral han permitido conocer cuántas mantarrayas llegan a Revillagigedo. En esa tarea ha tenido como aliada a la ciencia ciudadana: “El Parque Nacional Revillagigedo tiene muchos visitantes [gracias a las excursiones de buceo] y ellos nos envían las fotos de las mantas”. Esas fotografías son vitales para identificar a las mantarrayas. Y es que cada ejemplar tiene un patrón único de manchas en la zona ventral, son una especie de huella digital de esta especie.
Con la foto identificación, Pereira Cabral determinó que, entre 2015 y 2019, alrededor de 1200 mantas oceánicas visitaron Revillagigedo. Además, el 25 % de ellas son melanísticas, es decir, de color negro. “Ese es el más grande porcentaje de mantas melanísiticas en el mundo”, enfatiza la científica.
La bióloga marina también ha identificado que las variables ambientales influyen en el número de mantas que visitan el archipiélago. Por ejemplo, durante los años en que se presenta el fenómeno de El Niño —cuando la temperatura del océano aumenta y disminuye la disponibilidad de alimento en el mar—, “las mantarrayas utilizan esa área como un refugio, ya que ahí sigue habiendo alimento para ellas”.
Además de recopilar y analizar fotografías, la investigadora ha realizado varias expediciones a Revillagigedo para colocar marcas o transmisores y utilizar otras tecnologías para conocer, entre otras cosas, los movimientos de las mantarrayas y poder estudiar su ecología reproductiva.
En México, la Mobula birostris está clasificada como Especie en Riesgo y, por lo tanto, es necesario contar con un permiso de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) para realizar el marcaje de individuos. Pereira Cabral ha logrado hacer sus investigaciones con las mantas de Revillagigedo, gracias al permiso que cada año tramita la organización Pelagios Kakunjá, cuyos investigadores también estudian otras especies marinas, como los tiburones martillo.
Tecnología al servicio de la ciencia
La telemetría satelital —que consiste en colocar en las especies a estudiar pequeños aparatos que almacenan o envían información sobre la ubicación, profundidad, temperatura y otros datos— comenzó a utilizarse para estudiar especies marinas desde finales de la década de 1980.
El doctor James Ketchum, cofundador de la organización Pelagios Kakunjá, explica que las primeras “marcas” o transmisores se desarrollaron para estudiar atunes. En la actualidad ya se cuenta con diferentes tipos de dispositivos y se usan para investigar tortugas, tiburones, ballenas, lobos marinos, peces como los marlin, mantarrayas y otras especies.
Estas marcas se colocan en partes del cuerpo del individuo a estudiar. Algunas pueden programarse para que, después de algunos meses, se desprendan, suban a la superficie del océano y transmitan a través de un satélite toda la información que recopilaron: profundidad, temperatura del océano y otros datos que, al ser analizados con modelos matemáticos, permiten determinar cómo son los sitios por donde nadó el portador de la marca.
Hay otras marcas que transmiten una señal cada vez que el portador emerge. Ese tipo de dispositivos ayudan a conocer en qué lugares estuvo la tortuga, la ballena, el tiburón o la mantarraya.
Gracias al uso de la telemetría satelital, los científicos han logrado identificar “hábitats críticos”, es decir, sitios de suma importancia para la conservación de una especie.
El doctor Ketchum recuerda que el uso de telemetría satelital fue vital para que los científicos contarán con los datos necesarios para proponer al Gobierno mexicano que expandiera el área de protección de Revillagigedo, a poco más de 148 000 kilómetros cuadrados, y que esa superficie se decretara como Parque Nacional, prohibiendo la pesca en su interior.
“Esa expansión la propusimos con base en toda la información que teníamos sobre los movimientos de los animales, de la conectividad de los tiburones y las mantas en el Archipiélago de Revillagigedo”, explica Ketchum.
El oceanólogo Alejandro González Leija, director para México de la organización no gubernamental Global Conservation, y quien fue el primer responsable del Parque Nacional, resalta que la ciencia fue vital para tener esta área natural protegida. Y ahora, dice, es posible tener un sitio “más o menos prístino, en donde la ciencia puede contar con una especie de laboratorio natural”.
Mantarrayas que entran y salen del archipiélago
La doctora Pereira Cabral explica que, si bien el Parque Nacional Revillagigedo es un sitio vital para las mantarrayas, “no sabemos aún si es suficiente para garantizar su conservación”, sobre todo porque, al analizar los datos de 25 transmisores colocados en un mismo número de mantas, encontró que estas gigantes no son residentes permanentes del área natural protegida.
Pereira Cabral prepara un artículo científico sobre 12 de las 25 mantarrayas que ha marcado. Lo que ha encontrado hasta ahora es que todas, excepto una, salieron del polígono del Parque Nacional. Algunas, incluso, nadaron hasta aguas internacionales. “Una hizo una de las migraciones más largas que tenemos: 1300 kilómetros. Nos estamos dando cuenta de que las mantas tienen un rango de distribución muy largo”.
Las mantarrayas también mostraron tener fidelidad a las islas de Revillagigedo. “Eso significa que van a volver: ahí tienen alimento y tienen buenas condiciones, pero su rango de distribución es mucho más grande que el área del archipiélago”.
La única manta, de las 12, que no salió de Revillagigedo durante el tiempo que tuvo el transmisor es una hembra. Los investigadores la han llamado Alice. Los científicos sospechan que Alice decidió quedarse más tiempo en el archipiélago porque ahí las mantarrayas encuentran “estaciones de limpieza”, es decir, bancos de peces clarión (Holacanthus clarionensis) —endémicos de México— que ayudan a limpiar el tejido muerto o las heridas, muchas veces provocadas por las redes de pesca o el choque con embarcaciones.
Los transmisores también han otorgado datos sobre a qué sitios están viajando las mantarrayas, cuánto tiempo pasan en la profundidad y en qué áreas se alimentan más. “Toda esa información nos permite tener un cuadro más completo de su ciclo de vida”.
Estudiar a las mantarrayas embarazadas
Durante la expedición que realizó en julio de 2025, el equipo que lidera Pereira Cabral comenzó un nuevo proyecto científico con la finalidad de recopilar datos que permitan conocer más sobre la ecología y biología reproductiva de las mantarrayas oceánicas. Para esa investigación, además de la telemetría satelital, la bióloga marina probó un aparato que permite realizar ultrasonidos a las mantas en tiempo real.
Pereira Cabral explica que este método no invasivo permitirá identificar a las mantas oceánicas que están embarazadas. “De este modo intentaremos responder a preguntas como: ¿dónde están las hembras durante el periodo final de la gestación? ¿Dónde tienen a sus crías? En este momento no sabemos si es en zonas muy profundas o más cerca de la superficie. No sabemos si es en bahías protegidas o en alta mar”.
En este proyecto participa un equipo multidisciplinario. “Es un proyecto muy complejo y para lograrlo necesitamos de la colaboración de mucha gente. Por ejemplo, veterinarios, que analicen las imágenes. Estas investigaciones sólo pueden hacerse con la colaboración de varias personas y organizaciones”.
Para realizar las investigaciones, Pereira Cabral ha recibido apoyo de organizaciones no gubernamentales, como Pelagios Kakunjá, Mares de México, Marine Megafauna Foundation y la DiverMojo Foundation.
En julio de 2025, el equipo científico logró realizar el primer ultrasonido a una mantarraya que han bautizado como Basil. “Aún no está confirmado si está o no embarazada. Con los veterinarios vamos a analizar las imágenes y también determinar cuál es la mejor distancia [entre el animal y el aparato] para hacer el ultrasonido. Será una curva de aprendizaje larga”, explica Pereira Cabral.
Otros grupos científicos han recurrido al uso de ultrasonidos para conocer más sobre la biología reproductiva de las mantarrayas. Sin embargo, Pereira Cabral menciona que varios de estos estudios se han realizado, sobre todo, con la especie Mobula alfredi, que son las mantarrayas de arrecife.
Uno de los principales desafíos de las investigaciones que usan telemetría satelital es contar con los recursos financieros suficientes. “Las marcas son muy caras, las expediciones también lo son. Siempre estamos buscando cómo reunir fondos. Por eso contamos con el apoyo de varias organizaciones, fundaciones y personas independientes”, explica la bióloga marina.
Cuando se realiza la expedición hay otros desafíos que enfrentar: las condiciones climáticas, el tener las habilidades necesarias para saber bucear en un lugar con muchas corrientes y tener la condición física adecuada para seguir el movimiento de la mantarraya.
Proteger las migravías
Pereira Cabral planea realizar una nueva expedición científica a Revillagigedo a mediados de 2026, para continuar con la colocación de transmisores y realizar más ultrasonidos a las mantarrayas.
La investigadora busca tener datos suficientes para conocer cuál es el área de distribución de las mantas que visitan Revillagigedo. Algo que dificulta la misión científica es que las mantas viajan solas, no lo hacen acompañadas, por ello se precisa marcar a más ejemplares.
La bióloga marina apunta que también falta estudiar más cuál es la influencia de las variables ambientales en los movimientos de las mantarrayas para poder entender mejor su conectividad con otras áreas. “Tenemos que seguir marcando más mantas para entender mejor sus movimientos, entender si hay patrones y tener más elementos sobre el rango de distribución de la población”.
Identificar los corredores o migravías por donde transitan las mantarrayas ayudaría a saber si esos lugares tienen algún estatus de protección o si es necesario crearlo.
Como las mantarrayas salen tanto del Parque Nacional, “no sabemos si esta área es suficiente para su conservación”, dice Pereira Cabral. Y es que afuera del polígono de Revillagigedo la pesca es intensa.
Las mantarrayas no son un objetivo de la pesca, ya que su captura está prohibida. Sin embargo, muchas de ellas son víctimas incidentales, al quedar atrapadas en las redes. Pereira Cabral explica que “para respirar las mantas tienen que nadar. Si quedan enredadas, no pueden respirar. Aunque los pescadores las regresen al agua, muchas veces ya es tarde, no sobreviven”.
Que una sola mantarraya oceánica muera como consecuencia de la pesca tiene consecuencias fatales para toda la especie. Pereira Cabral resalta que su biología reproductiva es muy lenta: tardan entre 10 y 12 años para llegar a su madurez sexual, su periodo de gestación dura un año y sólo tienen una cría cada cuatro o cinco años.
“Si se quita de la población, aunque sea a pocas mantas cada año, no sabemos si la especie tendrá la resiliencia necesaria para recuperarse. Ahorita no sabemos si la población [que se encuentra en el Pacífico mexicano] es estable o está bajando”. Lo que sí sabe es que, en otros lugares del mundo, “en 20 años se tuvo un decrecimiento del 90 %”.
Ante este panorama, los investigadores consideran que es vital y urgente conocer cuáles son las migravías de las mantarrayas para crear corredores de protección.
Desde hace dos años, el fotógrafo Alonso Rodríguez de la Parra, fundador de la organización Mares de México, documenta las expediciones científicas que dirige Pereira Cabral. Su trabajo se puede conocer en el cortometraje Salvando a las reinas del Archipiélago de Revillagigedo.
Rodríguez de la Parra busca que las imágenes contribuyan al conocimiento de la especie y a crear conciencia sobre la importancia de proteger sus hábitats y los corredores por donde transitan las mantarrayas. “Estos videos pueden ayudar a empujar la creación de migravías, en proteger los lugares por donde se mueven las mantarrayas y otras especies marinas. Ayudarles a que tengan las condiciones adecuadas que les permitan reproducirse”, destaca Rodríguez de la Parra.
Alejandro González Leija resalta que, si bien “no se puede declarar áreas protegidas en todos lados, sí es necesario generar reglas de convivencia”. Y remarca que, así como las evidencias científicas fueron vitales para determinar cuál tenía que ser el polígono del Parque Nacional Revillagigedo, la información que la ciencia ahora aporte debe tomarse en cuenta para saber qué acciones tomar para el manejo de áreas en particular y garantizar la conservación de especies como las mantarrayas oceánicas.
Pereira Cabral espera que, en un futuro no muy lejano, la ciencia tenga los datos suficientes para que en el Pacífico mexicano se protejan esas vías por donde las mantarrayas oceánicas transitan, corredores que sean refugios para la vida marina, así como hoy lo es el Parque Nacional Revillagigedo.
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