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“El sector cultural necesita ser autocrítico y demostrar sus enormes posibilidades para abonar al desarrollo integral”: José Antonio Mac Gregor Naturaleza Aristegui

El antropólogo mexicano y autor del libro ‘Gestión cultural comunitaria’, sostiene que para resolver crisis de violencia, como la de Michoacán, se necesita desactivar la posibilidad de que el crimen organizado sea una opción válida.

  • Redacción AN / HG
19 Nov, 2025 07:05
“El sector cultural necesita ser autocrítico y demostrar sus enormes posibilidades para abonar al desarrollo integral”: José Antonio Mac Gregor

Por Héctor González

Desde hace más de 25 años, el antropólogo José Antonio Mac Gregor Campuzano se ha dedicado a diseñar e implementar estrategias donde a partir del uso de los espacios culturales se fortalezcan los vínculos sociales, la identidad y promuevan la libertad en una comunidad.  Sus propuestas han sido llevadas a cabo en estados donde la crisis de violencia es alarmante, como Tamaulipas.

“Por medio de la cultura se pueden generar procesos para la atención de la seguridad, el medio ambiente y la educación”, advierte el investigador y autor de Gestión cultural comunitaria (Helvética), un libro que reúne reflexiones y testimonios de las experiencias obtenidas durante más de dos décadas de trabajo.

¿Cómo involucrar a la cultura en los procesos de pacificación?

 En los últimos 25 años un amplio sector de promotores culturales se ha profesionalizado para convertirse en gestores culturales. Han obtenido herramientas y habilidades para atender cuestiones que no estaban en el ámbito de la cultura. Es decir, el sector cultural empezó a comprender que había ámbitos en los que podía participar para dar respuesta a grupos y comunidades que tenían enfrente situaciones complejas de violencia y fragmentación social. Se empezó a ofrecer metodologías y fundamentos para desarrollar la gestión cultural comunitaria con un enfoque participativo, dando protagonismo a los actores locales y procurando crear las condiciones para que las comunidades participen, decidan e intervengan en sus asuntos públicos. A partir de la cultura se pueden generar procesos para la atención de la seguridad, el medio ambiente y la educación.

Usted ha desarrollado este tipo proyectos en lugares tan complicados como Tamaulipas. ¿Cómo conseguir que la gestión cultural comunitaria impacte en la vida cotidiana?

Se requiere formas sustentadas de hacer las cosas. Ya no podemos apoyarnos en la improvisación o en la vocación de servicio nada más. En Tamaulipas creamos una red de colectivos culturales comunitarios donde el eje fundamental fueron jóvenes de los municipios más violentos, te estoy hablando de 2010-2011 cuando estaba la guerra entre los Zetas y el Cártel del Golfo. El conflicto dejó en medio a la población y los jóvenes fueron sujetos de múltiples violencias. A nosotros nos tocó reivindicar su propia condición a partir de un proceso formativo como promotores culturales comunitarios. Ellos mismos convocaron a la gente para que recuperará el espacio público. Finalmente se construyó una red muy sólida que obtuvo reconocimientos nacionales e internacionales por el trabajo de estos jóvenes que pusieron a hacer muralismo, graffiti, teatro, breakdance, hip hop a niños y juntos generaron formas de expresión y de convivencia novedosas.

¿Cómo se están atendiendo estos requerimientos de profesionales de la cultura desde el sistema educativo y la política pública?

La formación de gestores culturales se impulsó de manera notable entre el 2001 y 2010. Durante ese periodo se crearon las primeras licenciaturas y maestrías de gestión cultural en las universidades, pero al mismo tiempo se desarrollaron diplomados, seminarios, etc.  Alrededor de 50 mil personas se inscribieron a alguna cosa de esta oferta académica. Recién leí en una publicación de la Universidad de Guadalajara que en la actualidad existen 98 programas de formación profesional universitaria entre licenciaturas, maestrías y doctorados. Es decir, hay una oferta importante que responde a un interés creciente.

¿Cómo se está trabajando desde la política pública en esta materia?

Desde hace varios años tenemos una política pública cultural que reduce los recursos necesarios para impulsar estrategias adecuadas. Pero para no sumarme al coro de lamentos, diría que el sector cultural necesita ser autocrítico y analizar de qué manera puede demostrar a la sociedad sus enormes posibilidades para abonar al desarrollo integral de las comunidades. Ahora mismo hay alumnos de maestría cuyas tesis se apoyan en el teatro comunitario para el desarrollo de estrategias de seguridad en fábricas y maquiladoras. Son estudiantes que después de hacer un análisis y un diagnóstico, firman un contrato con la gerencia de la maquiladora para hacer una obra de teatro que atienda los asuntos de mayor urgencia y gravedad para los trabajadores. En Querétaro acabamos de realizar un diplomado para la gestión de recursos bioculturales. Y así te puedo decir de múltiples posibilidades donde los gestores culturales podemos demostrar la importancia de nuestro trabajo. En la medida en que logremos posicionarnos con una amplia gama de proyectos bien diseñados, viables y con amplia capacidad de instrumentación que respondan a los intereses y problemáticas de las comunidades podremos demostrar que lo que hacemos requiere de recursos presupuestales.

 

Ahora se habla mucho de cultura de paz, ¿cree que hay una desarticulación entre este tipo de proyectos y los que usted realiza?

La cultura de paz no se lleva de un lugar a otro, se construye desde adentro, desde abajo hacia arriba. Por definición tiene que surgir de la reflexión colectiva de una comunidad que es la primera interesada en atender un asunto como la violencia. Llevarle algo a alguien e intentar convencerlo de que es lo correcto, refleja un mal planteamiento. Mi propuesta metodológica se sustenta en el protagonismo de la comunidad, de sus actores, de la interacción para generar nuevas formas de convivencia. Si en lugar de pensar en cómo les vamos a resolver los problemas, nos sentamos a escucharlos vamos a aprender más y a partir de ese aprendizaje podremos construir colectivamente estrategias pertinentes, adecuadas, y que respondan a los territorios y contextos particulares que cada uno requiere.

¿Esto es lo que se tendría que haber hecho con el Plan Michoacán por la Paz?

Es un tema de diagnósticos. ¿Sobre qué diagnósticos se hacen las propuestas? ¿Se está proponiendo algo nuevo o se está reproduciendo algo que ya se intentó antes? No está mal retomar cosas que ya se llevaron a cabo. Si no tenemos diagnósticos de contexto, difícilmente podremos a definir estrategias de atención a un asunto tan complejo.

¿Ve sensibilidad para realizar este tipo de trabajos en los gobiernos locales y federal?

No estoy participando en ninguno de estos ámbitos, por lo que no te puedo decir si hay ánimos y condiciones para llevar a cabo este trabajo. Lo que a mí me ocupa es estar muy atento para que, en caso de que surjan propuestas y se requieran promotores, atender y acudir a una red de gestores culturales que se ha formado a lo largo de 25 años en todo el país. Un diagnóstico y un proceso de planeación serio supone tiempo y recursos, y a veces las prisas por responder con el número de personas atendidas, el número de artistas contratados y el número de eventos llevados a cabo, nos come. El problema en Michoacán, como en todos los lados donde hay una violencia de este nivel, no se va a resolver con el número de butacas ocupadas. El problema es que hay una sociedad lastimada y que necesita ser atendida a fondo. Tenemos que desactivar al crimen organizado como opción válida para los jóvenes. A estos jóvenes no los vas a convencer con cápsulas y mensajes externos diciéndoles que esto está mal. Se requiere un trabajo de fondo dentro de las comunidades para generar atmósferas que desactiven cualquier fuente de violencia. No esperemos que la cultura resuelva todo por sí misma. Sin embargo, sin la cultura no se van a resolver los problemas. Necesitamos la cultura como la punta de lanza que penetre en el corazón de las comunidades, porque en su cultura es donde está el sentido de su vida, la memoria colectiva, los valores y aspiraciones que a lo largo del tiempo se han dado y que ahora están viendo en peligro. La cultura tiene la capacidad de ponernos alrededor de una fogata y dialogar para traer a la comunidad un sentido supervivencia, pero también de dignidad y crecimiento humano, colectivo.

 

 

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