“Trump es el presidente más transparente en la historia de EE.UU. porque dejó disimular”: Yuri Herrera 
El escritor mexicano radicado en Nuevo Orleans, presentó la FIL Monterrey, su novela más reciente ‘La estación pantano’.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
El primer viaje al extranjero de Benito Juárez fue hacia Nueva Orleans, en 1953. Llegó en calidad de exiliado y permaneció ahí año y medio. En la misma ciudad del estado de Lousiana, radica desde algunos años, el escritor Yuri Herrera (Actopan, 1970), quien imparte clases de literatura en la Universidad de Tulane.
Ganador del Premio Anna-Seghers, el narrador mexicano se dio a la tarea de investigar cómo pudo haber sido la estancia del político oaxaqueño en la que considera “la ciudad más interesante de Estados Unidos”. Producto de sus indagaciones es La estación del pantano (Periférica), su novela más reciente misma que presentó en la FIL de Monterrey.
Alejado interpretaciones políticas o académicas, Herrera, precisa en entrevista: “me interesaba el personaje que se encuentra en una ciudad con una criminalidad tremenda y una pachanga permanente”.
Estuviste en la FIL de Monterrey presentando La estación del pantano, una novela sobre la estancia de Benito Juárez en Nueva Orleans. ¿Qué relación tienes con el libro?
Es un libro que ha tenido una vida lenta por distintas razones. En el proyecto original, para la primera parte de la novela me iba a ir a México para seguir el trayecto de Juárez desde Oaxaca hasta Nueva Orleans, pero cayó la pandemia y el plan cambió creo que para bien porque me ayudó a centrarme en un periodo muy específico por eso el libro inicia el primer día en que llegó a Nueva Orleans y termina cuando se va. Me concentré mucho en la investigación bibliográfica para hacer una reconstrucción plausible. Otra cuestión importante es la relación personal, porque toda novela es sobre nuestros fantasmas, la gente que tenemos a nuestro alrededor y sobre nuestra experiencia. Y yo esperé un buen rato para escribir esto porque quería entender la dinámica de una ciudad tan compleja como Nuevo Orleans. Si bien está ubicada en un estado fascistoide, es una ciudad marica en el mejor de los sentidos. Se adora la fiesta, se adora ser alternativo no como pose sino como esencia. Me interesaba entender cómo los migrantes se relacionan con esta ciudad y Juárez es una forma extrema de la migración porque llegó exiliado y un poco perdido. Arribó después de haber tenido una sofisticada educación y una intensa actividad política, todavía estaba lejos de ser el monstruo político en que se convirtió, pero ya había sido juez, gobernador, diputado, sabía latín y francés, aunque no inglés. En Nueva Orleans se encontró en un lugar del que no sabía nada, este es el personaje que me interesaba no para desacralizarlo sino para entender cómo se desenvolvía.
Pones mucho detalle en los diálogos y los detalles.
Uno tiene que tratar de investigar los distintos elementos que construyen la ciudad y que te construyen a ti como instrumento social. Investigué sobre la vida económica y musical de Nueva Orleans, las relaciones raciales, la esclavitud, los pueblos originarios, leí la prensa diaria mientras Juárez estuvo ahí. Leí literatura en inglés y español de los años anteriores a esta época y gracias eso pude recoger léxico y formas rítmicas de la lengua, esto no me dio una historia creíble, pero sí verosímil y consistente. Una novela te da la libertad de inventar algo que tiene que ver con tu propia relación con la lengua.
Algo que no es fácil con Juárez, un personaje central todavía en la historia del país.
Juárez es un nombre de calle en todos los pueblos de este país. Hay una estatua suya en muchos países. En Nueva Orleans pusieron un monumento en su honor en 1973; es el motor de innumerables libros y un cliché para cualquier cantidad de políticos. Pero yo no estaba conversando ni con las estatuas, ni con los políticos ni con los rótulos de las calles; estaba conversando con el personaje que vuelve a ser niño porque nunca ha salido del país. Era cultísímo, había estudiado teología, derecho, sabía física, de hecho, había dado clases de esta materia en el Instituto de Artes en Oaxaca. Me interesaba el personaje que se encuentra en una ciudad con una criminalidad tremenda y una pachanga permanente. Eso me sirvió para tener un panorama de lo que tal vez estaba viendo.
No tiene mucho que el estadounidense Percival Everett publicó James, una novela que también regresa al Nuevo Orleans de la época de la esclavitud.
Esa novela y esta fueron finalistas de un mismo premio, al final los dos perdimos. Muchas cosas han cambiado desde entonces, pero los principios básicos de Estados Unidos no se han movido demasiado. Estados Unidos nació como una nación esclavista que se decía la tierra de las libertades, sí de las libertades, pero para los blancos. Por mucho tiempo trataron de hacerse tontos diciendo que se había sido un periodo corto, cuando en realidad el esclavismo había sido su motor económico y sigue siendo parte de su ideología. Se trató de minimizar el enorme papel del racismo y supremacismo blanco, y es en ese sentido que Trump con todo su patanerismo y criminalidad, es el presidente más transparente en la historia de Estados Unidos. Dejó de simular y cada día que pasa simula menos. La persecución contra los morenos ha sido legalizada, las ventajas conseguidas por los derechos civiles en los cincuenta o sesenta están siendo erosionadas, las ventajas de las mujeres respecto a su cuerpo están siendo destruidas y esto no es obra de un loco ni una excepción. Trump y su gente no están locos, son gente muy racional que sabe que necesita el poder para hacer negocios y ser impunes, por eso han manipulado el sistema judicial de una manera tan clara. Muchas cosas cambiaron con sacrificios de muchas personas, pero hubo un sustrato ideológico que nunca se fue y que ahora está renaciendo. No vamos a salir de este barranco hasta que no veamos las dimensiones históricas enormes y profundas de la criminalidad de esta clase política.
¿Cómo te influye y cómo convives con la literatura latinoamericana estando en Estados Unidos?
Doy clases de literatura en Tulane, en Nuevo Orleans. Siempre estoy revisando a los clásicos latinoamericanos del siglo XIX y XX, Elena Garro, Arguedas, Borges, César Vallejo, en fin. Por otro lado, intento estar al día. Además, como mis libros están traducidos al inglés y algunos han tenido fortuna y han encontrado lectores, constantemente me piden que lea libros nuevos para hacer la contraportada. Me falta tiempo para leer tanto, pero es un enorme privilegio conversar con gente de otras épocas, países y edades; dar clases te permite someter tus certezas a las dudas de los estudiantes.
¿Hay interés en la literatura latinoamericana por parte de tus estudiantes?
A mis clases llegan estudiantes que ya tienen el español como una de sus especialidades, entonces sí hay interés. Antes, cuando daba lengua básica, encontraba de todo, incluyendo a quienes no les interesaba nada. Ahora tengo estudiantes que al menos entienden de geografía, saben lo que es América y les interesa la dificultad.
¿Has pensado regresar a México?
Sí, sin lugar a dudas. Vivo en una de las ciudades más interesantes del mundo y para mí, la más interesante de Estados Unidos, pero cuando vengo a México estoy muy contento. A partir de que me emparejé ya no me puedo desaparecer por meses. Hago muchos viajes cortos, lo que pasa es que me invitan poco a las ferias, pero viajo a ver a mi familia y amigos. No quiero quedarme allá, aunque tenga buenos amigos, pareja, perros, casa, trabajo. Espero un día encontrarme un billete que me permita venir a trabajar acá de una manera modesta, me gustaría regresar a Hidalgo. Las cosas salen cuando uno empieza a imaginarlas, es algo que tengo claro. Más temprano que tarde me instalaré acá de manera permanente.
¿Cómo ves a México desde allá?
Si comparamos a nuestra presidenta con el de Estados Unidos, somos extremadamente afortunados. Esto no es para decir que no se debe criticar. Por supuesto yo voté por ella y estoy contentísimo con muchas cosas como la reducción de la pobreza, pero no hay que perder de vista que el poder crea sus propios monstruos y algunos ya estaban ahí. Los gobiernos de Sheinbaum y López Obrador son productos de décadas de lucha, pero una vez que llegaron al poder aparecieron los oportunistas. Soy de Hidalgo, ejemplo arquetípico de lo que puede suceder cuando llega gente que ve el ejercicio del poder como una forma de hacer negocios. Esto no quiere decir que Morena sea peor que el PRI o el PAN, para nada, solo que hay que saber diferenciarse y no tenerle miedo a la denuncia. Hay que escuchar y hacer algo porque sino esto se va a pudrir muy rápido. Me preocupa que a causa de la descomposición política se vieran afectadas las muchas batallas ganadas en los últimos años.
¿En términos de literatura?
México es un lugar de escritores chingones, así ha sido en todas las épocas, con o sin apoyo de las instituciones. La cantidad de becas y publicaciones que hay han facilitado la descentralización del campo literario que antes dependía de la Ciudad de México y de lo que se discutía en Nexos y Vuelta, ahora Letras Libres. Me parece bien que estos pequeños grupos ya no tengan el poder que creían merecer. Ahora hay otros grupos, siempre los ha habido y siempre habrá peleas de poder, es normal. Siempre va a haber inconformidades por las becas, yo nunca he tenido FONCA ni Sistema Nacional de Creadores, pero hasta donde me consta se dan de manera honesta. Lo más importante es que más allá de esto, la gente escribe con o sin instituciones. En México hay un enorme capital artístico que en los últimos años ha abierto espacios a gente que tendría que haber estado dentro del campo literario desde hace mucho, me refiero a la literatura en lenguas originarias, a la escrita por mujeres, a la que se escribe desde todos los rincones del país. No digo que todo sea bueno, no puede serlo, lo que necesitamos es una variedad y a partir de ahí se va mejorando, pero en lo personal estoy contento con el campo literario mexicano.