Científicos y buzos luchan por salvar al caballito de mar patagónico en Argentina descubierto hace apenas 20 años | Mongabay 
Entre 2005 y 2019, se detectó una reducción del 80 % de la población en las costas patagónicas y, si bien la disminución del turismo y la actividad pesquera durante la pandemia trajo un alivio momentáneo, las amenazas reaparecieron.

Por Oscar Bermeo Ocaña
Mongabay Latam
La primera vez que el biólogo Diego Luzzatto vio caballitos de mar no fue en el mar, fue en un tren. A inicios de los años 90, siendo adolescente, unos niños subieron a vender algunos ejemplares disecados junto con caracoles y estrellas en la estación del balneario patagónico de San Antonio Oeste, en la provincia de Río Negro. Sin comprar ningún souvenir, aquella vez Luzzatto continuó su viaje hacia las montañas.
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En 2002 ocurrió el nuevo encuentro. Trabajaba en su tesis doctoral y mientras analizaba caracoles en Mar del Plata, Gabriela Piacentino, una colega investigadora del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, le pidió que recogiera algún caballito que cruzase en las salidas al mar. “No se sabe nada de ellos en Argentina”, le dijo.
Luego de unos pocos intentos aparecieron los primeros. Piacentino y Luzzatto revisaron colecciones de diversos museos para comparar las especies con los ejemplares hallados y no obtuvieron coincidencias. Se trataba de una especie de caballito aún no descrita por la ciencia.
Luzzatto, quien actualmente trabaja en la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), recordó entonces aquella escena de la adolescencia y emprendió viaje hacia las costas patagónicas de San Antonio Oeste en busca de más registros. En 2004, después de dos años de monitoreo y estudios de ADN, la dupla de investigadores formalizó la descripción del Hippocampus patagonicus.
Ese fue el punto de partida para el trabajo de investigación y conservación de esta especie, asentada principalmente en las aguas de las ciudades de Mar del Plata y San Antonio Oeste.
Video cortesía de Carlos Brelles para Mongabay Latam
Hallazgos y riesgos
Gracias a la descripción del nuevo pez, en Brasil los científicos advirtieron que las poblaciones que habitaban sus mares no correspondían al Hippocampus erectus —una especie que habita en el hemisferio norte—, como creían, sino que también se trataba del caballito hallado en las costas argentinas. “De este modo comprobamos que, hacia el norte, su rango de distribución va hasta Río de Janeiro”, precisa Luzzatto.
Al obtener una beca postdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Luzzatto dejó definitivamente su natal Buenos Aires y se radicó en San Antonio Oeste para trabajar con la población más austral de la especie.
El Hippocampus patagonicus puede alcanzar los 18 centímetros de largo y su dieta es carnívora. Se alimenta de pequeños crustáceos, larvas de cangrejo, peces y también gusanos. A inicios de siglo, en la bahía de San Antonio Oeste era posible encontrarlos cerca de la playa. Luzzatto refiere que en zonas como el Canal de La Marea ya es prácticamente imposible verlos.
En censos y monitoreos poblacionales realizados entre 2005 y 2019, los científicos detectaron una reducción poblacional del 80 % en esta región. “A diferencia de mamíferos en tierra, con muchas de estas especies marinas se trabaja con estimaciones de abundancia. Entonces, hacemos comparaciones en distintos momentos”, comenta Luzzatto a Mongabay Latam para explicar por qué es difícil hablar de números exactos. A partir de los estudios, en 2017, la UICN incluyó a este caballito de mar en su Lista Roja como una especie Vulnerable.
El crecimiento inmobiliario y el intenso flujo turístico aparecen como las primeras amenazas, según el investigador argentino. “Estaba tan cerca de la costa, en contacto con la población humana, que hubo una degradación del hábitat progresiva. La actividad humana desplazó a la naturaleza”, asegura.
En las últimas dos décadas, el turismo creció exponencialmente en la zona a partir de efectivas campañas que promocionaron a San Antonio Oeste como el “Caribe argentino”, por la temperatura y los tonos de sus aguas. La Agencia de Turismo, Cultura y Deporte de la municipalidad indicó que, sólo en enero de 2025, más de 220 000 turistas llegaron a sus balnearios. La cifra representa ocho veces la población habitual de la ciudad, establecida en 27 000 habitantes, según el Censo de 2022.
“La pérdida y los desplazamientos de las poblaciones de caballitos se da por diversos disturbios, como pisoteos, contaminación y ruidos”, comenta Luzzatto.
El impacto del flujo turístico quedó comprobado durante los meses de confinamiento estricto de la pandemia de Covid-19. Entre marzo de 2020 y enero de 2021, el biólogo detectó que la población de caballitos se recuperó en más de un 300 %.
Video cortesía de Carlos Brelles
La vida en el puerto
Los primeros hallazgos de Piacentino y Luzzatto fueron disparadores para el estudio de la especie en Mar del Plata. Quien ha puesto el tema sobre la mesa es Gabriela Pujol, responsable del área de Ecología de Ambientes Acuáticos del Museo de Ciencias Naturales Lorenzo Scaglia.
A diferencia de la costa rionegrina, en esta ciudad de la provincia de Buenos Aires, el mayor número de caballitos vive dentro de las aguas del puerto. “Es curioso porque en el imaginario se relaciona al caballito de mar con lugares paradisíacos como los arrecifes de coral, no con el interior de un puerto donde podría haber más contaminantes”, cuenta.
Pero en la zona ocurre algo particular. Algunos de los pequeños residuos de la actividad portuaria terminan sirviendo a los caballitos como anclas. Al enrollarse en ellos con su cola prensil, estos peces evitan ser arrastrados por las corrientes.
Al no haber en Mar del Plata tantas superficies donde tengan la posibilidad de agarrarse, como corales o pastos marinos, los caballitos eligen asentarse en esta área portuaria. “Es una de las explicaciones por las cuales están aquí. Los contaminantes de este puerto no son lo suficientemente letales como para evitar que la población prospere”, explica Pujol.
Durante cuatro años se realizaron monitoreos subacuáticos, principalmente en la Escollera Norte de la ciudad, para confirmar la presencia estable de los individuos y conocer sus principales hábitos. Los investigadores detectaron que estos animales no se mueven en cardúmenes, sino en parches, es decir pequeños grupos. En esas incursiones los sexaron y revisaron las condiciones sanitarias. Los parámetros del agua estuvieron dentro de lo normal en cuanto a salinidad, temperatura y turbiedad. Además, pudieron conocer con más detalle el proceso reproductivo del animal.
En estos peces, los machos son los que se embarazan. Cada bolsa incubadora puede liberar hasta 800 crías después de 28 días de gestación. “Muy pocas sobreviven, ya que, al salir a la columna de agua, la mayoría queda expuesta a ser devorada por otras especies”, dice Pujol.
La etapa reproductiva va de octubre a marzo. Para evitar disturbios, como ruidos o contactos humanos invasivos que pongan en riesgo la gestación, desde hace más de diez años el equipo de científicos coordina acciones con asociaciones de buzos deportivos que frecuentan la zona. El objetivo es reducir los grupos, trazar rutas seguras y así aminorar las perturbaciones.
Además de la información obtenida en los buceos, los científicos complementan sus estudios con el seguimiento a tres ejemplares, que rotan periódicamente, en los laboratorios de experimentación del museo. Ahí estudian la genética y morfología del animal. En lugar de las escamas típicas de los peces, los caballitos de mar están cubiertos por placas protectoras y viven, en promedio, hasta tres años en el océano.
El mar es su protector, pero en el mar también están sus principales amenazas. Hace 20 años, cuando Pujol inició el proyecto Caballito, en coordinación con Luzzatto, era habitual ver a estos animales enganchados en las redes de pescadores. Varios de ellos terminaban expuestos en stands de ferias artesanales, pero hoy estas postales han quedado en el olvido.
Pujol comenta que se han hecho campañas de sensibilización para tener mejores prácticas y hábitos en la zona. Los científicos establecieron contacto con actores frecuentes de la vida marina como escuelas de pescadores, clubes de buceo deportivo y colegios, los cuales han ayudado a educar a la gente.
Video cortesía de Carlos Brelles
Nuevas y mejores formas de estudiar al caballito
Los caballitos de mar patagónicos aparecen en una amplia gama de tonos, desde casi blancos hasta casi negros. Se mueven lentamente y se camuflan fácilmente con otros elementos del ambiente. “Para una persona que no está acostumbrada, pueden pasar diez caballitos y no se da cuenta”, dice Gerardo “Tata” Aguayo, un experimentado pescador artesanal que además es buzo científico y fotógrafo submarino.
Entre 2022 y 2024 hizo más de cien buceos en San Antonio Oeste para registrar caballitos. Acompañó primero a Pax Templeton, un investigador canadiense, y luego a Diego Luzzatto. Su experiencia de 30 años trabajando bajo el mar —primero recolectando mariscos y después haciendo registros fotográficos para reportes científicos— lo convirtieron en una pieza importante de los estudios.
Al lanzarse al mar, los entrenados ojos de Aguayo ubican los primeros ejemplares. Mientras Luzzatto toma las muestras, “Tata” captura con su cámara la escena y continúa en búsqueda de más caballitos. En cada jornada, esa rutina se extiende por una hora.
“La mirada delata al caballito porque es tremenda. Sus ojos van de un lado a otro. Entonces, eso hace que a una persona que ya tiene el ojo entrenado se le haga fácil ubicarlo”, describe Aguayo.
En sus recorridos submarinos con guías como Aguayo, Luzzatto fue probando y perfeccionando métodos menos invasivos de seguimiento y marcación. Medir a los caballitos en su hábitat natural siempre fue un desafío. Al tener la cabeza a 90 grados del eje del cuerpo (en forma de L), el uso de reglas resulta poco práctico y frustrante cuando el animal se enrosca.
Encontró que usando una pequeña tabla lisa y al colocar al caballito bajo un elástico de costura el animal se extiende e inmoviliza. “No sólo te permite medir con reglas, sino que puedes sacarle fotos a escala y luego, mediante un software, estableces la medida exacta”, comenta Luzzatto.
Hasta hace un par de años, para identificar individualmente a los caballitos se debía inyectar un colorante, de este modo quedaban marcados y reconocibles en el tiempo. Luzzatto consideraba que este método era muy invasivo. A partir de los registros fotográficos hechos a los rostros de los peces, comprobó, junto con el biólogo Víctor Cussac, que el patrón de manchas de la cabeza era distinto en cada individuo y podía usarse para identificarlos. Determinaron que usando macrofotografías podían abandonar los tintes y también reducir los tiempos de manipulación de los peces.
Estos cambios modificaron las antiguas técnicas que ponían en riesgo a los individuos. “Antes para medirlo había que estirar al animal, algo imposible, básicamente había que matarlo. Y el colorante para reconocerlos era como un tatuaje que se endurecía”, indica.
Para este trabajo aplicado en 2023 y 2024, en los buceos se tomaron registros de 976 caballitos de mar en las cercanías de San Antonio Oeste. El 12 % de los individuos fueron encontrados más de una vez. Esta información se registró en una base de datos de imágenes y hasta agosto de 2025 ya habían superado los 1500 registros.
En 2023, Luzzatto y Cussac, como investigadores del grupo de Ictiología y Acuicultura Experimental del Instituto Andino Patagónico de Tecnologías Biológicas y Geoambientales (IPATEC), presentaron esta nueva metodología en la revista Scientific Reports.
Problemas y oportunidades
En Mar del Plata, los investigadores del Museo de Ciencias Naturales cuentan con aliados que les proveen datos continuos del mar. En distintos momentos del año, los miembros del club de buceo Thalassa se sumergen en las aguas internas del puerto para hacer marcaciones, mediciones o registros fotográficos del Hippocampus patagonicus.
Carlos Brelles forma parte de Thalassa y comenta que también han colocado hidrófonos hechos por profesionales de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP), que permiten a los biólogos conocer los sonidos de los caballitos y del resto de la vida marina.
Estos buzos asisten a charlas coordinadas por Gabriela Pujol y su equipo científico. Ahí aprenden y refrescan conocimientos sobre técnicas menos invasivas para estudiar a las especies. Una de ellas fue la aplicación de la novedosa metodología de medición e identificación de Luzzatto y Cussac. “Hay que ser bastante metódico y trabajar con delicadeza, son animales muy frágiles”, menciona Brelles.
Según el buzo marplatense, en una jornada promedio pueden divisar entre 8 y 10 caballitos en las aguas de la Escollera Norte del puerto. Dice que son números similares a los de dos décadas atrás. Considera que las campañas de información y protección hechas por científicos y organizaciones civiles han permitido que el caballito no disminuya sus poblaciones en Mar del Plata.
“La socialización de la información es importante porque funciona como una pirámide que vos vuelcas arriba y termina yendo para toda la población”, menciona.
Como parte de la divulgación, el Museo de Ciencias Naturales y la UNMDP publicaron libros de educación ambiental centrados en el caballito de mar. “Al tratarse de una especie emblemática, se puede trabajar de manera empática. Son instrumentos muy valiosos para también concientizar sobre la preservación de su ambiente”, dice Pujol.
La educación ambiental se extiende también a la Escuela Nacional de Pesca, donde Pujol participa como docente invitada. A partir del caballito, la bióloga pone sobre la mesa la importancia de la conservación del mar argentino. “A la larga, el cuidado del recurso pesquero incide directamente en los próximos puestos de trabajo de las personas que están ahí formándose”.
Gracias al trabajo científico realizado en ambos municipios, el Hippocampus patagonicus fue declarado Monumento Natural en Mar del Plata en 2010 y en San Antonio Oeste en 2020. Esta disposición supone fuertes multas a quienes capturen o maten individuos de esta especie.
El siguiente paso en Mar del Plata es la creación de una microrreserva artificial en la Escollera Norte, donde está la principal población de caballitos. Pujol comenta que las gestiones con el consorcio administrador del puerto están avanzadas y espera concretar en los próximos meses ese nuevo estatus de protección.
El horizonte es menos optimista en las costas patagónicas de Río Negro. En los años venideros, en las costas del Golfo de San Matías —donde se encuentra San Antonio Oeste— se instalarán dos barcos que procesarán el gas extraído del yacimiento Vaca Muerta (al oeste del país) por ductos. Estas fábricas flotantes transformarán el hidrocarburo en gas natural licuado (GNL) para la exportación.
Junto a este proyecto, el Gobierno Nacional también impulsa la construcción de un oleoducto y la instalación de una planta petrolera en la zona. Luzzatto asegura que la dinámica de la costa donde están los caballitos cambiará radicalmente. “Los afectará directamente porque antes entraban tres barcos al mes y a partir de estos proyectos habrá un tráfico intenso para la industria”.
El científico lee con detenimiento las noticias vinculadas a esos proyectos. Ahora que trabaja como especialista de la UICN, le cuesta pensar que existe la posibilidad de tener que agravar la categoría de amenaza de la especie que descubrió.
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