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Proyecto Corvina: La apuesta de los pescadores artesanales de Ilo frente a la sobrepesca en Perú | Entrevista | Mongabay Naturaleza Aristegui

En las costas de Ilo, al suroeste de Perú, la sobreexplotación de recursos pesqueros ha tenido como consecuencia un declive drástico de la corvina (Cilus gilberti), una especie esencial para la pesca artesanal en la zona.

  • Redacción AN / MIA
17 Oct, 2025 09:10
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Proyecto Corvina: La apuesta de los pescadores artesanales de Ilo frente a la sobrepesca en Perú | Entrevista | Mongabay
Miguel Torres Tapia, presidente de la Asociación de Pescadores Artesanales No Embarcados y Protectores del Medio Ambiente Marino del Puerto de Ilo (APANEMPAM). Foto: cortesía Miguel Torres Tapia para Mongabay Latam.

Por Astrid Arellano

Mongabay Latam

Miguel Torres Tapia recuerda con nostalgia los días en que, como buzo a pulmón, se sumergía en el agua y se encontraba rodeado de inmensos cardúmenes de corvina (Cilus gilberti). En el mar de Ilo, en la región costera de Moquegua, al suroeste de Perú, no era nada raro sacar peces de hasta 20 kilos. “Eso ya no se ve”, lamenta el pescador artesanal.

Su relato se remonta a épocas aún más antiguas, cuando sus ancestros incas admiraban desde la orilla el brillo dorado de las aletas de las corvinas. “El inca apreciaba a la corvina por su color brillante y su carne blanca, muy deliciosa”, recuerda al evocar la importancia de este pez en una tradición ancestral que hoy lucha por sobrevivir frente a la creciente sobreexplotación de los recursos pesqueros.

Desde septiembre de 2020, bajo el liderazgo de Torres Tapia, la Asociación de Pescadores Artesanales No Embarcados y Protectores del Medio Ambiente Marino del Puerto de Ilo (APANEMPAM) dio un giro decisivo hacia la sostenibilidad. En alianza con el ingeniero pesquero Alfredo Maquera, impulsaron el llamado Proyecto Corvina, una iniciativa de acuicultura que busca no solo proteger esta especie, sino también cultivarla para generar empleo, ingresos económicos y una fuente de alimento accesible para las comunidades costeras y, en un futuro, para el mercado nacional.

“Cultivamos corvina en jaulas flotantes en el mar y en pozas en tierra”, explica Torres Tapia. Actualmente, el equipo está enfocado en completar todo el ciclo de cultivo de la corvina: desde la crianza de los reproductores hasta la producción del alimento necesario para la etapa larvaria. Una vez obtenidos los juveniles, estos son trasladados a las jaulas marinas para su engorde, hasta alcanzar el tamaño adecuado para su cosecha y posterior comercialización.

En conversación con Mongabay Latam, Miguel Torres Tapia compartió los desafíos que enfrentan los pescadores artesanales no embarcados en su esfuerzo por desarrollar tecnología propia y abrir camino a la maricultura en su zona.

—¿Qué ha cambiado en los últimos años para la pesca artesanal en Ilo?

—Ha habido cambios muy drásticos. Donde vivía antes, a 10 o 20 metros de la playa, podíamos extraer los frutos. Hoy ya no se ve eso. Lo que se ve es contaminación, productos que ya están desapareciendo o que se han extinguido. Muchas cosas han cambiado.

Las corrientes no son como antes. Ahora vienen mareas rojas de algas o temperaturas variantes en las aguas, donde los peces han emigrado a otros lugares o han sido depredados por el ser humano. Estamos en una etapa de peligro, donde creo que nuestra forma de trabajar ancestral se va a borrar, se va a olvidar y vamos a desaparecer con el tiempo si no hacemos nada.

El ingeniero pesquero Alfredo Maquera sosteniendo una de las corvinas cultivadas en Ilo, Moquegua. Foto: cortesía Miguel Torres Tapia para Monagabay Latam.

—En Ilo, los pescadores no embarcados practican un tipo de pesca sostenible. ¿Cómo ha influido esta visión en el enfoque ambiental del proyecto de acuicultura?

—Los pescadores no embarcados somos conscientes porque no utilizamos ninguna máquina, ningún aire asistido, ni la tecnología que existe ahora. Siempre vivimos como nuestros ancestros pescadores: sacamos las especies que podemos con nuestros pulmones, buceando. Los que trabajan en orilla con cordel, sacan de uno en uno. Los pescadores que trabajan en áreas bajas trabajan solamente lo que su cuerpo les da.

Vivimos con esa tradición de preservar y conservar. Somos los únicos en la región, en Perú, que nos dedicamos a esa pesca ancestral. Pero vemos la reducción de muchas especies que íbamos a buscar. Eso nos preocupa, nos ocupa y de alguna manera vemos que [la acuicultura] también puede ser una alternativa para nosotros, porque podríamos llevar más dinero para nuestra familia y que así nos alcance para todas nuestras necesidades como humanos.

Las jaulas flotantes del Proyecto Corvina, sitios para la crianza de esta especie. Foto: cortesía Miguel Torres Tapia para Mongabay Latam.

—¿Cómo nace el proyecto de cría de corvina?

—La gran idea vino gracias a que tenemos amigos como el ingeniero pesquero Alfredo Maquera. A partir de un estudio que él estaba realizando y yo, como presidente de una organización, por cosas del destino nos encontramos y tuvimos una comprensión instantánea cuando conversamos sobre la idea. Sobre todo, porque yo estaba interesado en proteger y en cuidar estos productos, y en ver la manera de poder hacer algún proyecto donde a nosotros los pescadores de la asociación se nos proteja.

El Proyecto Corvina consiste en cultivar corvina en jaulas flotantes en el mar para producir esta especie para el consumo local y nacional, y de esta manera también generar ingresos y trabajo para los pescadores artesanales. La asociación va a producir su propia semilla —los alevinos— y los socios van a realizar el cultivo en el mar hasta su cosecha. También producimos nuestro propio alimento, porque en el mercado nacional no existe uno para esta especie.

Lo primero que hicimos fue buscar apoyos. En Perú se saca bastante anchoveta y se convierte en harina para exportar a todos los países, precisamente para la acuicultura marina. Nosotros hemos comprado harina de pescado a las empresas que están en Perú y también hemos recibido donaciones. A través de una fórmula que tiene el Fondo Nacional de Desarrollo Pesquero (FONDEPES), hemos hecho el alimento en Ilo, con una planta pequeña que compramos.

El alimento para las corvinas, derivado de harina de anchoveta. Foto: cortesía Miguel Torres Tapia para Mongabay Latam.

—¿Cuál fue el principal desafío que enfrentaron al iniciar el primer criadero de corvina en el litoral suroeste de Perú?

—Como pescadores, siempre vemos a través de la televisión o del celular, en YouTube, que otros países hacen una maricultura que genera bastante empleo y donde algunos productos que estaban casi desaparecidos ahora se tienen en abundancia. Como asociación, hemos tocado muchas puertas que finalmente nos han cerrado. Se habla de maricultura y se destinan presupuestos, pero solamente para entidades de los gobiernos que dicen que van a apoyar, y no lo hacen.

Tenemos más de cinco años y hemos hecho convenios con algunas organizaciones del Estado, en este caso, el FONDEPES, que a veces nos incumple y no podemos avanzar. Pero nosotros seguimos acá, por más de cinco años, tocando muchas puertas. Algunas se nos abren, otras son momentáneas, pero seguimos.

Ilo es pionero en el cultivo de la corvina en Perú y la asociación es la única entidad que actualmente está cultivando esta especie en la zona. Nosotros tenemos la esperanza y pensamos que algún día se abrirán las puertas para nosotros los pescadores. La alternativa de la maricultura es la única que tenemos, porque podemos proteger y cuidar. Vemos que será la alimentación para toda la población en Perú y muchos otros lugares del mundo, porque se puede exportar.

Visita de jóvenes estudiantes de la Universidad Nacional del Altiplano de Puno (UNAP) al Proyecto Corvina. Foto: cortesía Miguel Torres Tapia para Mongabay Latam.

—¿Qué logros han alcanzado con el criadero hasta ahora?

—Tenemos corvinas reproductoras que entraron de un kilo y que ahora pesan ocho. Hemos tenido alevinos que pesaban 100 gramos y que ahora ya están en 600 gramos. En un año hemos alcanzado bastantes avances y nos sentimos contentos porque ahora podríamos vender los reproductores, pero no, porque tenemos que pensar que estos van a reproducir millones y que los pequeños van a ser el sostén de esos reproductores.

Nosotros pensamos que el próximo año ya podremos vender. Para nosotros es un orgullo ver que como pescadores podemos hacer muchas cosas y no solo con la corvina: vemos que hay especies que hemos puesto, como la cabrilla, el sargo y el lenguado todos viven y se pueden producir. Y a través de nuestras jaulas flotantes, también el choro, la lapa, la tolina, la cholga y las algas.

Grecia Torres, integrante de la APANEMPAM e hija de Miguel Torres Tapia. Foto: cortesía Miguel Torres Tapia para Mongabay Latam.

La acuicultura marina creo que es lo mejor que hemos podido hacer, porque vemos que muchas especies se están protegiendo y se cuidan. Somos soñadores y vemos que podemos cultivar muchas especies, aunque por ahora sea solamente la corvina.

Actualmente, tenemos cuatro jaulas en el mar, una plataforma, diez pozas en tierra y tenemos dos pozas grandes donde almacenamos el agua para distribuir a las pozas donde están las corvinas. Sin embargo, las corvinas de dos jaulas las hemos trasladado a tierra, porque nos robaron dos veces. Además, sostener una jaula en el mar, es muy costoso por la vigilancia y los costos de embarcación. Lo que estamos haciendo en tierra es un poco más económico.

El Proyecto Corvina funciona con energía generada por paneles solares. En la fotografía, Miguel Torres Tapia, presidente de la APANEMPAM. Foto: cortesía Miguel Torres Tapia para Mongabay Latam.

—¿Cómo han logrado financiar el proyecto y cubrir los costos operativos y tecnológicos necesarios para mantener el criadero en funcionamiento desde 2020? ¿Se autofinancian?

—Hemos presentado diversos proyectos para poder armar por partes este cultivo, porque el cultivo de especies no es un asunto que se va a dar en unos pocos años, demanda su tiempo. Así hemos obtenido financiamiento de algunos fondos en Perú, como el Fondo Quellaveco o PROCOMPITE, del Gobierno Regional de Moquegua, que apoyan estas iniciativas. No ha sido en un solo tramo, sino que en el Proyecto Corvina nosotros estamos cultivando esta especie desde 2020, y desde que iniciamos a la fecha, nunca ha parado. A veces perdemos los concursos, pero lo intentamos todos los años.

Además, nosotros ponemos nuestras cuotas mensuales por socio o cuando tenemos que participar con un presupuesto, también hacemos una colecta. Tenemos personas que se dedican las 24 horas al cultivo y con las cuotas mensuales se les paga esa parte técnica. Cada semana los pescadores nos turnamos y vamos al proyecto. Cuando tenemos que hacer una faena grande, como las limpiezas, vamos en conjunto unos 15 pescadores, contratamos una embarcación y hacemos la limpieza completa. Esta es una organización donde todos están comprometidos para lograr los objetivos.

Somos 22 socios, pero antes éramos más de 40. Muchos han tirado la toalla porque el pescador piensa que la acuicultura es para trabajar un día y cobrar en la tarde. Pero no, en la acuicultura se invierte tiempo, se invierte dinero y, más que todo, se invierten sueños. No perdemos las esperanzas de que esto se va a lograr algún día.

Nuestra organización está compuesta en un 30 % por mujeres: son esposas e hijas, y creo que son nuestro punto de fortaleza. Nos contagian sus ganas de seguir, nos apoyan y nos dan fuerza a los pescadores. Nuestras esposas, que son parte de nuestra asociación, son nuestro as, porque en ellas vemos la seguridad de que esto sí se va a lograr. Lo poco que hemos ganado ha sido en conjunto, nada en beneficio propio, solamente para el beneficio del proyecto, donde cosas que ganamos como botes, una jaula o un motor, nos sirven.

Estudiantes practicantes de la Universidad Nacional José Carlos Mariátegui (UNJCM), de Moquegua, Perú, trabajando en el Proyecto Corvina. Foto: cortesía Miguel Torres Tapia para Mongabay Latam.

—Y en materia ambiental, ¿qué obstáculo representa el cambio climático en el mar de Ilo y cómo ha afectado a la pesca artesanal y al desarrollo del criadero de corvina?

—Los cambios climatológicos son bastante fuertes. Hubo un momento en que vino una marea roja de algas que mató muchas especies, las varó, y la contaminación que viene por la población o por las empresas mineras que están alrededor de nuestro lugar donde extraemos los productos, los contaminan y las larvas mueren.

Creo que los más afectados en Perú somos nosotros, porque vivimos a la espera de que esa larva pueda vivir: tienen que pasar todas estas corrientes de mareas y contaminación, y las pocas que quedan, las pocas que sobreviven, se desarrollan y nos sirven para poder extraerlos en su etapa comercial.

Alimentación de las corvinas en las pozas instaladas en tierra. Foto: cortesía Miguel Torres Tapia para Mongabay Latam

—La corvina tiene alta demanda en el mercado gourmet. ¿Qué impacto económico esperan que tenga este criadero para los pescadores artesanales de Ilo a mediano y largo plazo?

—Hay un momento en que el pescado ya no alcanza, porque las poblaciones han crecido mucho en Perú. Otras organizaciones pueden copiar lo que nosotros estamos haciendo a través de la acuicultura marina. Detrás de nosotros hay muchas organizaciones y sus presidentes vienen a ver nuestros avances. Muchos están con la expectativa de seguirnos. Es por eso que a nosotros nos alientan a seguir adelante y estar convencidos de que esta es la alternativa para nosotros.

La corvina, con su alta demanda en la gastronomía, va a generar bastante trabajo para nosotros los pescadores y si podemos llegar a mercados internacionales, sería mucho mejor. El pescador, cuando tiene 65 años, ya no puede ser pescador porque ya no le renuevan su permiso, pero a través de la acuicultura marina podemos generar mucho trabajo, porque no se trata solamente de pescar.

También hay trabajo para las mujeres con el envasado, el traslado, la limpieza y también en los restaurantes, con la preparación de platos diversos. Es decir, es una línea, una cadena muy inmensa donde, si esto se hace realidad, va a generar muchas expectativas y muchas divisas para los pescadores asociados.

El ingeniero pesquero Alfredo Maquera, coordinador del proyecto de cultivo de corvinas, en las jaulas flotantes de Ilo. Foto: cortesía Miguel Torres Tapia para Mongabay Latam.

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