Malo, Iniesta y Copeland (Reseña) 
Durante la semana pasada fallecieron los músicos Raúl Malo y Robe Iniesta, mientras que el ex baterista de The Police visitó la Ciudad de México para ofrecer un concierto en la Sala Nezahualcóyotl.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
Vaya semana. En principio, este texto tendría que estar dedicado a Raúl Malo, el músico de Florida con ascendencia cubana que supo beberse en un sorbo el bolero, la música mexicana y el rock, y que murió víctima de cáncer el pasado 8 de diciembre.
Malo fundó en 1989 una portentosa banda llamada The Mavericks. Si bien en principio fueron catalogados como country, la realidad es que pronto llevaron su propuesta varios pasos más adelante. Grabaron discos de bolero, tex-mex, swing y sí, country.
Artista barítono, se permitió grabar temas que iban de Roy Orbison -tal vez el intérprete que más lo influenció para cantar- a Henry Mancini, con escalas en Van Morrison, Juan Gabriel y Bruce Springsteen. Wim Wenders utilizó su versión de “Bailaré ‘El Merecumbé’ ”, para su película The End of The Violence, formó parte de ese super proyecto conocido como Los Super Seven, con una alineación que incluía a Caetano Veloso, César Rosas, Rick Treviño y David Hidalgo. Grabó con Los Straitjackets el clásico sesentero de Los Bravos “Black is Black”. Casi todo lo que tocó o mejor dicho cantó, lo hizo con un sello que conviene no intentar imitar en el karaoke para no quedar en ridículo.
En esas iba el texto, cuando en menos de 48 horas después corrió la noticia de la muerte también, de Robe Iniesta, el artífice principal de la más cañera de todas las bandas de rock español: Extremoduro. Influyente e incomplaciente, marcó el compás de su generación con canciones tan transgresoras como “Jesucristo García” y tan luminosas, como “Ama, ama, ama y ensancha el alma”, donde Iniesta puso música a los versos del poeta rural Manolo Chinato.
A lo largo de su trayectoria Extremoduro grabó once discos de estudio, tal vez ninguno puede calificarse como perfecto, pero lo cierto es que a ninguno le faltó honestidad, rabia y conciencia.
Así llegamos al 12 de diciembre cuando se declaró inaugurado el Guadalupe-Reyes. La banda sonora de apertura para las fiestas corrió por cuenta de Stewart Copeland, quien llevó su proyecto Police Deranged for Orchestra a la Sala Nezahuálcoyotl del Centro Cultural Universitario de la UNAM.
Durante poco más de noventa minutos quien fuera el baterista del grupo que compite por uno de los peores nombres para una banda de rock, hizo un recorrido por la trayectoria del conjunto, pero en versiones alteradas. Hay que reconocer que los experimentos cada vez más comunes, de incorporar a temas rock arreglos orquestales, no siempre salen bien, mejor dicho, casi nunca. El caso de Copeland es particular, ha compuesto música para películas y ahora trabaja en una ópera, así que digamos conoce algo del tema.
Aun así, el concierto tuvo malos y buenos momentos. Se agradece la interpretación de “Murder by numbers”, una de las mejores canciones de The Police pese a que no se incluyó en la primera edición del disco Synchronicity, y la gran versión de “Can’t Stand Losing You”. Al final el balance fue más que positivo. Copeland siempre fue el más incorrecto e iconoclasta del trío encabezado por Sting y sabe conectar con la gente a partir del humor y la provocación, de modo que su actitud en el escenario aportó lo suficiente para darle a la “Neza” una atmósfera de bar al punto que para cuando sonó “Every Little Thing She Does is Magic”, quienes ocupaban la planta baja dejaron sus butacas y se acercaron al escenario para celebrar el placer de estar vivos.
Vaya semana.





