'Era como nieve bajo el agua': corales impactados por El Niño en México tardarían dos décadas en recuperarse | Mongabay 
La recuperación del arrecife podría tardar al menos dos décadas, siempre que no se presenten nuevas perturbaciones climáticas o humanas.

Por Astrid Arellano
Mongabay Latam
En mayo de 2023, la bióloga Gabriela García Vázquez fue abordada por un prestador de servicios turísticos en el Parque Nacional Huatulco, en la costa sur de Oaxaca, México. Con evidente preocupación, el hombre le lanzó una pregunta directa: “Oye, Gaby, ¿por qué los corales están blancos?” García Vásquez, especialista en ecosistemas marinos, sabía que ese año se esperaba la llegada del fenómeno de El Niño. Sin embargo, nadie anticipó que las temperaturas superficiales del mar alcanzarían niveles tan extremos.
“Espérame, ¿cómo que blancos? Eso no está bien”, recuerda que le respondió. En ese momento, la preocupación se extendió. “Entramos en alerta: tuvimos una reunión convocada por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), donde invitaron a investigadores y prestadores de servicios turísticos para dar a conocer qué estaba pasando”, narra la bióloga. “Fue muy impactante ver el coral totalmente blanco: era como nieve bajo el agua”.
Bucear en ese territorio era “como sumergirse en un caldo”, recuerda García Vázquez, coordinadora de conservación de corales de COSTASALVAJE, organización internacional y sin fines de lucro dedicada a la conservación de ecosistemas marinos. “En años previos, la temperatura se había mantenido entre 28 a 31 grados. Pero cuando fue lo de El Niño, registramos entre 33 y 34 grados, pero a una profundidad tremenda, a más de 20 metros. De verdad, era como bucear en un caldo… era un sauna total”, describe.
Poco después, la Universidad del Mar (UMAR) lanzó un aviso: “Para junio y julio, ya estábamos en alerta de blanqueo total”, agrega la bióloga.
A partir de entonces, la especialista —en colaboración con la Conanp, COSTASALVAJE, académicos de instituciones como la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS) y socios locales— comenzó a investigar la magnitud de los impactos para determinar los cambios en la estructura de la comunidad compuesta por 46 hectáreas de arrecifes de coral. Los resultados de los monitoreos fueron devastadores: en 2023, murió el 80 % de los corales del parque. Recuperar esta pérdida, según los especialistas, podría tomar por lo menos dos décadas, siempre y cuando no ocurran perturbaciones mayores.
Un santuario marino
El Parque Nacional Huatulco fue decretado en 1998 para proteger 11 890 hectáreas de selvas, manglares, litorales y mares. Dentro de sus aguas se extienden 46 hectáreas de placas coralinas que cumplen funciones vitales: actúan como escudo natural frente a huracanes, y son zonas de refugio, reproducción y desove para numerosas especies.
En sus comunidades coralinas —de gran importancia ecológica para la región sur de México— se encuentran al menos diez especies de coral, más de 150 especies de peces y una impresionante diversidad de invertebrados: 112 especies de poliquetos, 177 moluscos, 124 crustáceos —la mayoría decápodos— y 63 equinodermos. A esto se suman cuatro especies de tortugas marinas y ocho especies de mamíferos marinos que encuentran un refugio en estas aguas.
Entre los corales más emblemáticos se encuentran Pocillopora inflata y Pocillopora eydouxi, especies catalogadas en peligro de extinción por la norma NOM-059-SEMARNAT. Su sola presencia subraya la responsabilidad ambiental que representa este santuario marino, reconocido internacionalmente como Reserva de la Biósfera por el Programa El Hombre y la Biósfera de la UNESCO, y como sitio Ramsar por su importancia en la conservación de humedales.
“Hace unos años, COSTASALVAJE se dio a la tarea de proponer que las especies Pocillopora inflata y Pocillopora eydouxi sean incluidas en la NOM 059 y afortunadamente fueron aceptadas”, dice García Vázquez. “Lamentablemente, en los cuatro años que llevo trabajando aquí, no me ha tocado verlas. Son especies amenazadas y seguramente ya quedan muy poquitas en su distribución”, agrega la especialista.
Estas comunidades coralinas enfrentan múltiples problemas y futuras amenazas. De acuerdo con la organización COSTASALVAJE, el turismo excesivo —con más de 300 000 visitantes anuales— y el desarrollo costero mal planeado, el daño físico por anclas de embarcaciones, la pesca ilegal y excesiva, así como el vertimiento de desechos se suman a los impactos derivados de fenómenos naturales como las tormentas tropicales y huracanes, las fracturas y daños físicos por sismos, el mar de fondo —oleajes largos y continuos generados por tormentas lejanas— y el fenómeno de El Niño.
“El Niño es un fenómeno climático normal y natural. Siempre ha estado presente en diferentes épocas de toda nuestra vida en este planeta. Aunque se presenta en diferentes años, notamos que por el cambio climático, por la presión antropogénica y por los efectos de gases invernadero, hay un aumento en sus impactos”, agrega García Vázquez.
Esta combinación del fenómeno de El Niño con el cambio climático está llevando las temperaturas marinas a niveles cada vez más altos. “Desafortunadamente, en los próximos años seguramente será mucho peor; esperamos temperaturas aún más elevadas. Esto es lo que nosotros pronosticamos”, advierte la bióloga.
Monitorear el impacto
El Parque Nacional Huatulco alberga las placas coralinas más grandes del Pacífico mexicano. A diferencia de otros arrecifes, donde los corales suelen aparecer en parches aislados, al bucear en esta zona “lo único que vas a ver son placas grandísimas de corales, como si fueran unas mesas enormes”, dice García Vázquez. Por eso fue tan impactante ver esa inmensidad de corales totalmente blanqueados.
La bióloga describe que los corales están formados por diminutos animales llamados pólipos, parientes cercanos de las medusas, con tentáculos, boca y un pequeño estómago. Aunque son transparentes por naturaleza, los pólipos viven en simbiosis con microalgas que les proporcionan color —a veces en tonos verdes o cafés—, además de alimento y oxígeno. Esta relación es vital para la salud del coral.
Sin embargo, cuando la temperatura del mar se eleva demasiado, el pólipo entra en estado de estrés y expulsa a la microalga. Al perderla, queda desnudo y transparente, dejando visible su esqueleto de carbonato de calcio: es entonces cuando el coral se ve blanco. Después de esto, los pólipos bajo estrés incluso producen proteínas —a veces de color rosa o naranja fluorescente— como un último mecanismo de defensa, similar a un bloqueador solar con el que trata de cubrirse de la temperatura y la radiación ultravioleta, explica la científica.
“Era curioso porque para saber si el pólipo seguía vivo, nos acercábamos y hacíamos corriente con nuestras manos y alcanzábamos a ver sus tentáculos moverse”, dice García Vázquez sobre las inmersiones del equipo para monitorear la zona. “Si los veíamos moverse, decíamos: ‘Ah, okay, sigue vivo, está resistiendo’. Pero si pasábamos la mano y no veíamos ningún movimiento, lo declarábamos muerto”.
El monitoreo incluyó la exploración de nueve sitios dentro del parque nacional —desde San Agustín hasta Violín— y uno adicional en el exterior, conocido como La Entrega, incluido en el estudio por ser una de las playas más representativas y visitadas de Huatulco. En estos espacios se evaluó la cobertura del fondo marino mediante seis transectos de 25 metros. Además, se realizaron censos de peces e invertebrados, y se analizaron datos recopilados en 2022, 2023 y 2024 para identificar los cambios en la estructura del arrecife a lo largo del tiempo.
Las zonas monitoreadas fueron seleccionadas por tratarse de sitios de visitación turística que representan distintos escenarios: desde áreas con asentamientos urbanos cercanos y acceso terrestre, hasta zonas remotas a las que solo se puede llegar en una embarcación. Los resultados revelaron que los arrecifes ubicados frente a zonas urbanizadas, como San Agustín y La Entrega, sufrieron una pérdida total de sus placas coralinas, a pesar de que estas eran de gran tamaño.
García Vázquez señala que investigadores de la Universidad del Mar (UMAR) están estudiando y relacionando esta pérdida con el deficiente manejo de aguas residuales en estos asentamientos, pues los contaminantes se filtran a través de la arena y terminan afectando directamente a los corales, debilitando aún más su resistencia ante el aumento de temperatura.
“No tenemos un pólipo fuerte que pueda resistir el impacto del calentamiento del mar”, dice García Vázquez. “En cambio, sitios que están totalmente aislados y a los que nada más se puede llegar por embarcación sí tuvieron sobrevivencia de los corales”. Aunque se perdió hasta el 80 % de la cobertura coralina en la zona, un pequeño porcentaje logró sobrevivir gracias a que pertenecía a genotipos más fuertes y resilientes, señala la científica.
Tras esta drástica reducción, el equipo también documentó cambios significativos en la estructura de las comunidades de invertebrados y peces. Los esqueletos de coral muerto fueron rápidamente invadidos por algas filamentosas verdes, lo que generó un aumento en la disponibilidad de alimento para especies herbívoras.
Como resultado, se observó un crecimiento explosivo de erizos —como el erizo diadema (Diadema mexicanum) y el erizo punta de lápiz (Eucidaris thouarsii)—, que se vieron directamente beneficiados por esta nueva fuente de alimento, así como un incremento en la abundancia de peces con hábitos netamente herbívoros, como cardúmenes de peces cirujanos de la especie Prionurus laticlavius, lo que sugiere que la ictiofauna del parque fue resiliente y contribuyó a mitigar el impacto del blanqueamiento.
Rumbo a la recuperación
A finales de octubre de 2025, los especialistas regresarán al Parque Nacional Huatulco para dar continuidad al proyecto de investigación y evaluar si los corales muestran signos de recuperación, y en qué medida. Este nuevo monitoreo permitirá generar información actualizada y continua sobre el estado de los arrecifes, un paso clave para fortalecer las estrategias de manejo y mitigar los efectos de eventos climáticos extremos en la región.
Para lograr la restauración coralina, lo fundamental es comenzar con un diagnóstico riguroso, insiste García Vázquez. Antes de intervenir, es necesario identificar qué sitios demostraron mayor resiliencia tras el impacto y realizar estudios genéticos para localizar aquellos corales con los genes más fuertes y resistentes. Solo a partir de esa base científica se puede avanzar en acciones efectivas.
No se trata simplemente de trasplantar fragmentos de coral esperando que prosperen en otro sitio. Si ese nuevo coral no tiene la capacidad genética de resistir futuros eventos, el esfuerzo podría perderse, sobre todo, con el cambio climático y fenómenos como El Niño volviéndose cada vez más frecuentes.
“Es un esfuerzo físico y monetario tremendo, por lo que más bien necesitamos una estrategia un poquito más dirigida y organizada, y seleccionar genotipos de corales resilientes para hacer una restauración con base en ellos”, explica García Vázquez.
Como parte de su programa de conservación de corales del Pacífico, COSTASALVAJE ha implementado diversas estrategias en el Parque Nacional Huatulco y otras nueve áreas naturales protegidas, como Islas Marietas, Cabo Pulmo, Balandra, Espíritu Santo y Loreto. Entre sus acciones destacan las capacitaciones para un turismo responsable, la instalación de boyas de señalización para evitar que las embarcaciones de servicios turísticos dañen los corales con sus anclas, y la colocación de boyas de amarre como alternativa segura.
Además, han elaborado guías de buenas prácticas turísticas y de identificación de especies, basadas en los programas de manejo de cada área para que los visitantes conozcan y respeten las recomendaciones específicas de cada parque.
Debido a su cercanía con la Ciudad de México y otras ciudades importantes, Huatulco recibe un turismo masivo que, en muchos casos, llega sin conocer el valor ecológico del arrecife ni las prácticas adecuadas para visitarlo, dice García Vázquez.
“Por la cantidad de gente que llega, los prestadores de servicios turísticos no tienen las mejores prácticas”, afirma la especialista. “Lo que intentamos transmitir es que si visitas los corales, no debes tocarlos, pisarlos, pararte sobre ellos, acosar a la fauna ni alimentar a los peces. Incluso sacar una estrella de mar o un erizo para la foto causa daño. Los pólipos son súper frágiles, y si los tocas o los golpeas con tus aletas, ya los rompiste y se murió el coral”.
Por eso, el objetivo es involucrar de manera más activa a los prestadores de servicios turísticos, para que se apropien del ecosistema que, al final, es también su lugar de trabajo, y se comprometan con su conservación. La meta es que cada uno se convierta en un aliado que no solo cuide los arrecifes, sino que también transmita a los visitantes información clave y una verdadera curiosidad por el entorno natural que están explorando.
“Los corales son ecosistemas sumamente diversos y complejos. Cuando buceo, los imagino como una gran ciudad en caos, donde muchos van y vienen todo el tiempo”, dice García Vázquez. La científica recuerda que en el océano todo está conectado, nada ocurre de forma aislada y cualquier acción que afecte a un ecosistema, por mínimo que parezca, puede tener repercusiones a gran escala.
“Lo mejor que podemos hacer desde donde estamos, es compartir la voz”, concluye la bióloga. “Simplemente con explicar que los corales están vivos y compartir por qué son tan importantes, ya estamos haciendo un cambio”.
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