Dedican exposición a la cosmovisión de los pueblos wixárika y náayeri 
La puedes ver en la Galería Abierta del Teatro Ángela Peralta
- Redacción AN / HG

Alfredo Martínez Fernández (Ciudad de México, 1972) es un fotógrafo interesado en los grupos originarios de México y los ha registrado desde hace 30 años. Busca contar las historias que capta desde abajo: desde la gente local, cómo vive, sus necesidades y riqueza cultural. Con esta labor aspira a dejar un documento visual que, con el paso del tiempo, se convierta en patrimonio cultural y archivo histórico.
El fotógrafo advierte que el reto mayor de registrar las festividades indígenas es lograr una empatía con la comunidad, por eso, siempre, primero platica sus objetivos de manera abierta, desde el corazón y una visión de respeto, empatía y siendo participativo. Eso ha sido suficiente para que le abran sus espacios más sagrados.
En 2014 acompañó, por primera vez, a pueblos wixaritari y náayerise en su peregrinación al sitio sagrado Keéyasta (en lengua wixárika) o Huenamuuna (en náayeri), en la costa central de Nayarit. Fue una larga caminata por la sierra, partiendo del pueblo Rosarito y entrando por Rosa Morada, descendiendo más de mil metros de desnivel hasta el centro ceremonial, localizado en un playón del río San Pedro Mezquital, en el fondo de un cañón impresionante.
Aquel primer registro se prolongaría a otros dos santuarios: La Muuchatena, en la bocasierra del cañón del río San Pedro Mezquital y Tatei Haramara, en la Playa del Rey en San Blas, Nayarit, guiado por el arqueólogo Francisco Samaniega, estudioso de la cosmovisión de estos pueblos.
Con motivo de la reciente inscripción en la Lista de Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, de la “Ruta Wixárika por los sitios sagrados a Wirikuta”, la Galería Abierta del Teatro Ángela Peralta presenta, hasta el 30 de octubre de 2025, una selección de 21 imágenes, capturadas en aquellos recorridos, en la exhibición Los originarios, cosmovisión wixarika y náayeri.
Testimonio e identidad
Martínez Fernández narra que en el trayecto del río San Pedro Mezquital, desde las sierras más altas de Durango y Zacatecas hasta las llanuras costeras de Nayarit, hay diversos santuarios milenarios. En 2014, grupos indígenas wixaritari, náayerise, o’dam y mexikameh se unieron para defender el río del proyecto hidroeléctrico Las Cruces, que dejaría sin agua algunos santuarios e inundaría otros. En ese momento, fue llamado por una organización no gubernamental para registrar una velación en Keéyasta-Huenamuuna.
“Fue una velación insólita que se hizo simultánea en varios sitios sagrados por diversos grupos. En la exhibición hay imágenes del ritual en Keéyasta- Huenamuuna; es la mayor escultura mueble del México antiguo: una roca enorme, de 20 metros de alto, coronada por un rostro antropomorfo en bajorrelieve, que simboliza el germen del maíz”. De acuerdo con el arqueólogo Francisco Samaniega es punto de origen simbólico de la peregrinación.
La Muuchatena es otro de los centros ceremoniales de importancia para los referidos pueblos; cada 24 de junio festejan el Día de San Juan, entre flores, vestimenta multicolor, música y danza. En la muestra se aprecian imágenes de esta celebración en la que, en torno al caudal, se intercambian figuras del santo y se hacen ofrendas para pedir o agradecer favores. Así como los participantes en la danza de la urraca, con la que invocan lluvias.
El tercer santuario es Tatei Haramara, localizado en San Blas, uno de los sitios más antiguos de veneración. En “la costumbre” wixárika se cree que cinco generaciones de seres ancestrales emergieron del mar antes de emprender la primera peregrinación a Wirikuta, saliendo al mundo justo en la inmediata playa del Rey. El sitio está vinculado con la fertilidad de la tierra.
Entre las imágenes, Martínez Fernández menciona una captada mientras flotaba en el mar con su cámara submarina, justo cuando una familia de músicos wixáritari tira sus ofrendas. Cuando arrojan el “Ojo de Dios”, registra a la abuela enmarcada por el agua, dentro de un triángulo. Es una foto emotiva porque hace poco ella murió.
Al fotógrafo no le importa caminar durante días y acompañar en el ayuno, incluso, en una ocasión, en Chiapas, cargó un santo de 75 kilos; es su forma de estrechar lazos y registrar. Ahora, agradece a las familias por su apoyo y permiso para fotografiar la intimidad de sus rituales y por el aprendizaje que le compartieron. Así como al arqueólogo Samaniega y a la organización Nuiwari AC.
Finalmente, dice que todos los pueblos de la Sierra Madre habitan ese espacio de una forma distinta a como nosotros lo concebimos; entre los cañones y peñascos parecen volar. Por eso, es importante dejar libres sus caminos, respetar el territorio y la naturaleza del territorio. Estas imágenes son testimonio de ese uso sagrado y una voz que llama a conservarlo.