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El erotismo hoy. Para una lectura de la obra de Vanessa Fens (Reseña) Naturaleza Aristegui

El académico Alejandro Higashi analiza 'El paraíso de las luciérnagas', el nuevo libro de la poeta mexicana.

  • Redacción AN / HG
02 Sep, 2025 12:23
El erotismo hoy. Para una lectura de la obra de Vanessa Fens (Reseña)

Por Alejandro Higashi

(Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y profesor de la UAM).

Los cuerpos que se besan, se abrazan, se aman, los que fornican, no cambian; la forma de verlos sí. La sensualidad y el deseo que envuelve a estos cuerpos, paradójicamente desnudos, ha estado siempre ahí, pero no todos los movimientos artísticos lo han reflejado de la misma manera. En Occidente, el erotismo ha sido una forma aceptable de hablar del deseo y el placer sensual, siempre a través de sus máscaras: la censura total, como sucedió durante tanto tiempo con ese hermoso cuadro titulado L’Origine du monde, donde se mostraba una vista parcial de los labios vaginales de un sexo femenino, pintado por Gustave Courbet en 1866 y escondido varias décadas bajo una pintura del castillo de Blonay. También se ha recurrido a la sublimación; el desnudo artístico sobrevivió al recrudecimiento moral de los últimos siglos gracias a las escenas mitológicas, donde la ausencia de vestido resolvía dos problemas importantes: no caer en anacronismos y dar rienda suelta a distintas expresiones del deseo que de otro modo hubieran quedado reprimidas por la moral imperante.

Una tercera vía fue convertir la libido en símbolo, en un juego de ocultar y revelar al mismo tiempo. Coral Bracho lo hizo espléndidamente en El ser que va a morir (1982), su poemario más carnal: “Oigo tu cuerpo con la avidez abrevada y tranquila / de quien se impregna (de quien / emerge, / de quien se extiende saturado, / recorrido / de esperma)”; por el contrario, el erotismo de los escritores, de signo coitocéntrico, fue predecible y ramplón, como en estos versos de Piedra de sol (1957), de Octavio Paz: “tu vientre es una plaza soleada, / tus pechos dos iglesias donde oficia / la sangre sus misterios paralelos”. ¿Dos iglesias? La fortuna del deseo en la poesía ha sido, como se ve, muy dispar.

La poesía erótica ha sido la casa de Vanessa Fens: “Errada Anthynea”, “Excluida del Cantar de los cantares”, “Istrionica”, “Amorfa existencia”, “Pasiones luminiscentes”, entre otros poemas; varios de ellos publicados en su último libro, El paraíso de las luciérnagas (Malpaso, 2025) y en el Compendio de la poesía erótica mexicana en la actualidad, próxima aparición (Secretaría de Cultura). Una casa que Vanessa Fens ha decorado con souvenirs traídos de muchos sitios, algunos de ellos remotísimos. En un poema como “Pasiones luminiscentes”, por ejemplo, el cuerpo, el deseo y la experiencia sensual se recrean a través de metáforas de mucho espesor. El desgaste y la suciedad del sitio donde las pieles se rozan en privado es producto de muchas historias de pasión de otras tantas parejas que deliciosamente han fornicado en ese espacio; ahí donde el sexo son besos paralelos, caricias paralelas, espasmos paralelos que se pierden en el tiempo. La atmósfera de este poema expresa un plano espacial en el que se sobreponen capas de pasión transgresora:

Añoro el hotel

de oscuras recámaras, el aroma a cortinas sucias, sus quemantes almohadas

repletas de pasiones luminiscentes,

visitas periódicas y espasmos paralelos

En ese espacio de entrega total, la identidad del yo se disuelve en el otro hasta la mutua desintegración (“Desintegrarme” se escucha, de hecho, dos veces en el poema) y la metáfora de un “sudor radiactivo” evoca un placer húmedo, cálido y pleno de voluptuosidad, pero que al mismo tiempo es peligroso, extremo, que consume. La penumbra en que encuentra la habitación intensifica la idea de dos cuerpos o más radioluminiscentes:

…Desintegrarme…

Sí, entre sudores radioactivos deslizándose en torno a los dos

… tomarás el resto…

Los bozales están sueltos, entra, riega las paredes.

Gotea sin tregua con espuma salvaje abriendo los bordes,

surcos emotivamente húmedos de brasas sutiles, contenidas,

ocultas

La distancia entre un erotismo simbólico y otro metafórico es evidente aquí: el símbolo evoca una realidad paralela con múltiples sentidos; la metáfora, por el contrario, crea una nueva realidad que antes de ser nombrada no existía, un concepto inédito al que cada quien dará forma de acuerdo a sus competencias. En este mismo poema, por ejemplo, la unión de los amantes es respiratoria. ¿Cómo se puede conceptuar la unión física, carnal, si la invitación que se formula es “a respirarte”? Será un unión rápida y espontánea, porque los gases al estar en constante movimiento tienden a ocupar todo el volumen disponible; será una unión absoluta, uniforme; si los gases son reactivos, pueden combinarse para formar nuevos compuestos, con lo que estaremos frente a una reacción química:

Luego tú mismo, levántame toda

… invítame a respirarte… […]

Luego tú mismo

levántame toda

invítame a respirarte.

Son poemas, pero por virtud de la metáfora, también funcionan como mantras eróticos, con su propio ritmo, un ir y venir neumático, como si las palabras pudieran imitar el pulso del acto sexual, desde la primer mirada que se cruza hasta el derrumbarse, agotados, de los cuerpos.

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