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“La literatura fantástica nos enseña que los dogmas pueden cambiar”: Roberto Abad Naturaleza Aristegui

Con ‘Umbral’, un libro de cuentos fantásticos y de terror, el narrador obtuvo el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima 2025.

  • Redacción AN / HG
01 Dec, 2025 14:19
“La literatura fantástica nos enseña que los dogmas pueden cambiar”: Roberto Abad

Por Héctor González

A Roberto Abad (Cuernavaca, 1988) le gusta pensar su libro Umbral (UAM), como una suerte de “ouija literaria” y no le falta razón. A través de cada uno de los once cuentos que integran el volumen ganador del Premio Bellas Artes Narrativa Colima 2025, propone distintas formas de acercarnos con lo “extraño” y lo “insólito”, pero siempre desde la tradición de la literatura fantástica y de terror.

“En la literatura fantástica suelen existir paralelismo y grandes metáforas que nos permiten leer nuestra historia presente”, apunta Abad al explicar las razones que lo llevan a explorar las posibilidades de un género que goza de un notable estado de salud en América Latina.

 Umbral te permitió obtener el Premio Colima, ¿el reconocimiento cambió tu relación con el libro?

Siento un profundo agradecimiento con el libro y con el proceso que me ha llevado a escribir terror y literatura fantástica en México. Es también, un mensaje a todas aquellas personas que intentan incursionar en este género y que sienten que sus escritos no llegan a los lugares que buscan. Umbral es un libro de cuentos fantásticos concretamente y este género pocas veces obtiene un reconocimiento de este tipo. Creo que es una forma de decirme que lo estoy haciendo bien, pero también de decirle a otras personas que este tipo de literatura tienen mucha vida y posibilidades.

¿Cómo te decantas por el cuento fantástico y de terror?

La literatura fantástica permite llenar vacíos que orbitan alrededor de mí y reconstruir mi propia historia. Al mismo tiempo me da la posibilidad de indagar en las incertidumbres que habitan mi presente. Uno de los principios de la literatura fantástica es que nada es inamovible y esto me es muy importante en mi vida como lector y como persona. Es un género que nos enseña que los dogmas se pueden cambiar y que la imaginación puede ser un vínculo para encontrar otras alternativas. Siento que ahí está la posibilidad de reconocer otras realidades, reconocer nuevos mundos y reconciliarse con los propios.

Es interesante lo que mencionas porque estamos en una época de mucha autorreferencia y la literatura fantástica si bien no deja de ser personal, va por otro lado.

La literatura fantástica reconoce al otro, lo extraño, lo ajeno, lo que viene de fuera, lo que está lejos de ti. Que un cuento fantástico te permita estar en los pies del otro implica hacer las paces con el mundo. El monstruo no es solamente aquella persona que hace mal, es, además, una entidad que se puede leer desde diferentes ángulos. Si accedes y admites esta exploración, la lectura de la realidad se vuelve más concreta y palpable.

El libro incluye cuentos muy personales, alguno parte de un sueño de tu padre, pero la exploración se hace a través del lenguaje.

No me peleo con mi historia, lo que intento es reconfigurarla y buscarle nuevos matices. Me importa mucho que el lenguaje sea el vínculo o el puente entre una realidad y otra. En los sueños, recuerdos o invenciones, hay algo que late en el centro de nuestra incertidumbre. Para mí los sueños, las memorias y la ficción son rutas hacia el centro de lo que me habita. Se suele asociar la ficción con la falsedad, pero eso es incorrecto. La ficción es una recreación y también puede ser una invención de ti mismo.

¿La memoria es ficción?

Sí, todo el tiempo. Borges decía que cuando recordamos, no recordamos el momento fiel, sino una recreación. Todo el tiempo estamos haciendo ficción, aunque nos negamos a aceptarlo. Al mismo tiempo, la ficción nos ayuda a descolocar aquellas normas que creemos estáticas, y justo en los ejercicios de imaginación colectiva es donde más lo podemos ver.

Hay una amplia tradición de literatura fantástica en Latinoamérica, ¿cómo dialogas con ella?

Me gusta mucho lo que se está haciendo en Latinoamérica, hoy tenemos autores como Alberto Chimal, Mariana Enríquez o Samanta Schweblin, y todos venimos de una tradición más antigua. Elena Garro escribía historias sobre viajes en el tiempo que nos llevan a pensarla como una autora de ciencia ficción. El diálogo con nuestros antecesores, con la tradición del siglo XX es necesario. Cuando en 2008, el Fondo de Cultura Económica editó los cuentos completos Amparo Dávila hubo mucho revuelo porque descubrimos que teníamos mucha conexión con lo que ella hacía desde hacía 50 años. La tradición nos ayuda a mirar el futuro y que al mismo tiempo a dialogar con otros autores. Aún nos falta profundizar más y leer a escritoras como Gabriela Rábago Palafox o Adela Fernández, ambas buenísimas.

Creo que consecuencia de este diálogo es el buen momento que atraviesa el género, ya mencionamos unos nombres contemporáneos, pero podríamos añadir más como Bernardo Esquinca, Lola Ancira y tú mismo, por hablar de lo que sucede en México. Pero al mismo tiempo, ¿este auge de lo fantástico o el terror tiene que ver con un desencanto de la realidad?

Durante el siglo XX se publicaron libros de literatura fantástica, pero no eran leídos en esas coordenadas. El libro de la imaginación, de Edmundo Valadés, es una antología de cabecera para todo aquel que quiera escribir fantástico, pero no todo mundo lo captó así. Ahora hay una suerte de reivindicación porque la época que vivimos nos obliga a buscar nuevas realidades. Al mismo tiempo, en la literatura fantástica suelen existir paralelismo y grandes metáforas que nos permiten leer nuestra historia presente, puede ser más fácil reconocernos con un extraterrestre que con un político. Es decir, no solamente tiene que ver con los tiempos que vivimos, sino con que hay una apertura en los lectores para reconocer otras realidades y asumir que lo que entendemos como “realidad”, tiene grietas.

¿Esta reivindicación llegó por parte de los lectores o de la crítica?

Se ha dado en paralelo. La crítica ha tenido un papel relevante, pero como suele suceder, muchas veces responde a lo que está en tendencia. En México, por ejemplo, la figura de Guillermo del Toro, aunque no es un escritor como tal, ayuda mucho al género fantástico. Por otro lado, me parece que la validación de un libro fantástico no debe venir de la academia, aunque muchas veces sucede así.

Lo cierto es que en la historia de los premios Colima, pocos autores del género fantástico lo han ganado.

Cierto y todavía menos lo han ganado libros de cuentos y publicados por una editorial universitaria. Umbral se vio beneficiado por una serie de factores que, por supuesto agradezco, pero al mismo tiempo espero que suceda más seguido y no quede como un hecho aislado. Ojalá se reconozca más al género porque hay mucha calidad.

¿Entre los cuentos del libro hay alguno que te mueva más?

Al final del libro aparece un epílogo llamado “Nuestras Invocaciones”.  Ahí hablo de una amiga que estaba muy dolida por la muerte de su padre y le recomendé que fuera con médiums o con gente que juega la ouija. Ante su reclamo por no haber recibido un mensaje del más allá, se me ocurrió enlistar las posibles razones, todas fantásticas por supuesto, de porqué los fantasmas nos contactan a través de mínimas palabras. Me inquieta mucho el lenguaje de los fantasmas y esa lista podría ser un libro en sí mismo. Todo el tiempo nos preguntamos qué diría mi abuela, qué diría mi papá, qué diría mi hermanito, qué dirían aquellas personas que ya no están con nosotros, y que quizá nos están viendo desde otra realidad y no nos pueden transmitir ese mensaje. Ese listado me sigue rondando en la cabeza para continuarlo. Me parece interesante pensar en qué sucede con el lenguaje después de la muerte.

Me imagino que crees en fantasmas.

Sí, me encanta la idea de los fantasmas. Se piensa que un fantasma existe por sufrimiento o por una inconexión espiritual, pero el libro propone pensar al fantasma como la evolución del ser humano. Si existen estas entidades quiere decir que hay un paso más allá. Me gusta pensar en que estamos rodeados de entidades que nos permiten reconocer que este no es el único mundo que tenemos enfrente y que puede haber otros con sus propias reglas e incluso mejores.

¿Alguna vez jugaste a la ouija?

Sí de niño, era común y divertido hacerlo con mis vecinos. Un día la ouija nos dio un nombre, el de una vecina que murió como al mes. Ahí nos sacamos de onda y dejamos de jugar.  Me gusta el artefacto, sobre todo porque es un generador del lenguaje. Lo que determina la existencia de un fantasma es que conteste sí o no, más allá de que se mueva la cama o la mesa donde juegas. Y eso me despierta la imaginación me gusta que la palabra sea un umbral en sí misma.

 

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